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Fórmula con la que se terminaban muchas plegarias en forma de alabanza divina. (doxa, alabanza)
Aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento como conclusión de un cántico, de una plegaria o de un discurso (Jos. 7.19; 1. Sam. 6.5; Sal. 66.20; 2. Sam 22.47). En el Nuevo Testamento, los comienzos de las cartas apostólicas y las terminaciones son exaltaciones doxológicas a las misericordia divina 2 Cor. 1.3; Ef. 1.3; 1 Petr. 1.3.
Esas doxologías se convierten en himnos o en cánticos de alabanza cuando son más largos, pero que en el fondo son la misma cosa: exaltación agradecida de la gloria divina.
La Iglesia aprendió e intensificó esa costumbre y desde el siglo IV casi todas su plegarias terminaban con una doxología trinitaria: gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
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