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En sentido general es el período largo de siglos en que se divide la Historia humana. Los historiadores hablan de Edad arcaica o primitiva, Edad antigua o clásica (1000 a C. a 500 d. C), Edad Media (s. VI a XIV d. de C), Edad moderna (XV a XVIII de C.), Edad reciente o actual (siglos XIX y XX).
Pero también se refiere la edad al numero de años que una persona ha vivido desde su nacimiento. Y este es un aspecto psicológico que interesa muchos a los educadores.
La edad de la persona se divide en general en tres grandes procesos: primera edad o período de crecimiento (0 a 30 años); segunda edad o tiempo de madurez (30 a 60 años) y tercera edad (60 a 90)
La educación de promoción afecta a la primera edad del hombre y a sus diversos períodos: infantil (con la infancia 1ª de 1 a 3 años, la 2ª de 3 a 7, y la 3ª de 7 a 12); preadolescente de 12 a 15 o juvenil (adolescencia de 14 a 18, juventud media de 18 a 22-23 y juventud madura hasta los 30 años).
El educación permanente o de mantenimiento afecta a la segunda edad. Es la edad madura, la cual implica una década creciente (30 a 40) con dinamismos vitales emprendedores, una década estable (40 a 50) en la que se muestra el equilibrio en todos los órdenes; y una década decreciente (50 a 60) en la que se comienza a notar ya el "paso de los años".
La tercera edad supone una progresiva decadencia a distinto ritmo. En el primer período se puede hablar de madurez sostenida (60 a 75-80), sobre todo si la salud física y la psicológica son buenas. Y hay ya un proceso de decrepitud (de más de los 75 en adelante) cuando ya los reflejos, los procesos mentales y los ritmos biopsíquicos se deterioran rápidamente. En este tiempo también hace falta una educación específica, para aceptar las propias limitaciones y para convertir los recuerdos en fuente de vida y experiencia para los demás.
Existen por otra parte aspectos sociológicos en lo referente a la edad. Uno de ellos corresponde al momento de la "mayoría de edad legal". Cada uno de los ámbitos legales y países la coloca convencionalmente al cumplir determinado número de años cronológicos: unos a los 21, otros a los 19, incluso algunos a los 16. La mayor parte de los países occidentales señala la mayoría de edad a los 18 años.
La Iglesia tiene también sus topes cronológicos. El Código de Derecho canónico señala los 16 para el varón y los 14 en la mujer para que un matrimonio sea válido. Pero las conferencias episcopales pueden retrasar esa mayoría (c. 658). Para la ordenación sacerdotal se requiere tener los 25 años cumplidos (c. 1083). Y para una profesión religiosa perpetua se requiere al menos los 21 años.
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Es evidente que la educación debe acomodarse a cada "edad histórica", pues no puede educarse en el siglo XXI al igual que en el XV o en el III. Pero también debe acomodarse a cada edad personal. La infancia no es equivalente a la juventud y la primera infancia no se puede equiparar a la tercera.
Importa mucho que el educador de la fe capte bien la diferencia de contexto cultural y de contexto psicológico. Por lo demás la educación religiosa y la formación espiritual debe durar toda la vida y no reducirse a la primera edad, la edad del crecimiento y del a maduración. La edad segunda exige una formación continua y permanente para mantener vivos los sentimientos trascendentes y la cultura y formación doctrinal. Y también la tercera edad requiere educación religiosa adecuada, fortalecedora y readaptadora en ideas y en sentimientos.
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