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Nombre que se da en el Génesis al Paraíso. En hebreo Edén es "lugar de gozo" y se alude así al lugar de delicias (Gen 2. 8 y 4. 14) en donde Dios colocó al hombre al crearlo "para que lo cultivase" (Gn. 2. 15)
En otros lugares de la Escritura se mantendrá el nombre y el recuerdo: Ex. 36. 35; Joel 2.3; Ecclo. 40. 29; 2 Rey. 19. 12; Is. 37.12; Am. 1.5
La idea hebrea del Paraíso pasará luego a los cristianos y se identificará con "el lugar celeste" localizado por encima de la tierra. Y pasará al mahometismo con la esperanza de que sea lugar de las delicias celestes para los fieles.
Con el tiempo la idea de local se hará más inmaterial, transcendente y espiritual, superando la sensorialización de vivencias en él y de los antropomorfismos.
Es conveniente tomar muy en serio la esperanza del Paraíso en la tarea educadora, pues el hombre vive de esperanza y la confianza de que, después de la muerte, hay una vida dichosa en Dios es básica en el cristianismo. Pero es frecuente dejarse llevar por antropomorfismos en la presentación de la "salvación eterna". En la medida en que el educando se hace capaz de abstraer y descubrir la trascendencia hay que superar la idea de paraíso físico (músicas, banquete celeste, gozos mundanos) y llegar a la realidad profunda del misterio trascendente. El texto de Jesús: "La vida eterna consiste en conocerte a ti, solo dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has enviado" (Jn. 17.3) debe ser la referencia final de toda buena educación escatológica.
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