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Pasión o vicio que supone "pesar por el bien ajeno” y deseo de que pase a ser propio o que al menos uno lo consiga en grado igual o superior al poseído por el otro. Estrictamente hablando, la envidia es actitud de ruindad ética, opuesta a la generosidad y a la bondad natural. Engendra celos, rivalidad y amargura en quien la sufre y desconcierto o temor en quien es objeto de ella.
Si no hay pesar o desagrado por el bien ajeno, sino simple anhelo de recibir los mismos dones del envidiado, no se ve, no se pueda hablar estrictamente de envidia sino de emulación o admiración, junto al deseo de propia mejora. Por eso, cuando se educa la conciencia, hay que diferenciar bien lo que es envidia de lo que es deseo de mejora propia o estímulo para la imitación ajena.
Pedagógicamente la envidia no es fácil de vencer, al menos con la mera reflexión, pues se trata de un estado afectivo ordinariamente inevitable si procede de temperamentos propensos a ella. La manera de corregirla es fomentando y encauzado los sentimientos contrarios: altruismo, generosidad, hidalguía, bondad con los demás, promoción del bien ajeno.
Con niños pequeños la envidia es tan natural (deseo de tener lo que otros tienen) que resultaría anormal la personalidad que careciera de ella. Pero es en esa edad cuando se pueden generar las disposiciones afectivas opuestas y el educador no debe perder la oportunidad de hacerlo. (Ver Capitales. Pecados)
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