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Fiesta primitiva que celebraba y sigue celebrando la Iglesia en torno a la manifestación del Señor (fainomai es “manifestar”, en griego)
Fue la primera fiesta navideña en el comienzo del Nuevo año. Posiblemente procedía de algunas comunidades de Egipto, probablemente hacia comienzos del siglo II, pues Clemente de Alejandría habla ya de que algunos, como los discípulos de la secta de Basílides, celebraban esos días el Bautismo del Señor.
En el siglo IV ya se multiplican los testimonios de su celebración en casi todas las Iglesias del Oriente y en alguna de Occidente, haciendo en ella el especial recuerdo a la manifestación del Señor a los hombres por medio de su Bautismo en el Jordán y el testimonio divino de ser declarado por una voz del cielo como "Hijo muy amado del Padre, al que hay que escuchar." (Lc. 3.22)
La Navidad romana comienza a sustituir la fiesta de origen oriental que la urbe celebraba en el solisticio de invierno, cuando los romanos se regocijaban con una fiesta al sol. Se situaba en torno al 25 de Diciembre. Pronto la Navidad cristiana se asoció a esa fecha, conservando la del 6 de Enero como referida a la manifestación del Señor a todos los hombres, representados en los magos del Oriente que llegaron para adorar la niño. Los testimonios occidentales del siglo IV se van haciendo más explícitos. En el 361 se celebraba la Epifanía en las iglesias Galas y en el 380 se cita ya su celebración en las hispanas; en el 383 hay testimonios de su existencia en la Italia del Norte.
A partir del siglo V en todo Occidente se celebra la fiesta de la Epifanía el 6 de Enero, fiesta venida de Oriente. Y en Oriente se extiende la fiesta de la Natividad el 25 de Diciembre, fiesta que procede de Occidente. Quedó así encauzado el ciclo de Navidad, que sería, junto con el pascual, celebrado con solemnidad en toda la cristiandad.
El sentido de la Epifanía se orienta a recordar que Cristo se ha manifestado a todos los hombres, eligiendo un pueblo y viniendo a él para la purificación del pecado. Es una fiesta de regocijo, porque es la culminación de las promesas proféticas y el comienzo de los anuncios apostólicos. Por eso se recuerda el Bautismo de Jesús, en el que se manifiesta también como el Hijo de Dios, pues el Padre celeste le proclama como Hijo querido a quien se debe escuchar. A este recuerdo se unió con frecuencia la conmemoración del primer milagro en Caná.
En ese contexto de manifestación del Mesías es donde hay que colocar la conmemoración posterior de la llegada de los Magos del Oriente, a quienes se presentó en la liturgia oriental como los primeros gentiles que conocieron el misterio del recién nacido. La fantasía popular los convirtió en el medievo en reyes de tres razas y en su poder de reyes y en el simbolismo de sus ofrendas (oro, incieso y mirra: Mt. 2.11) se iniciaron muy tardíamente las populares ilusiones infantiles y las leyendas, como la relacionada con sus reliquias. Fueron éstas traídas en 1164 por Federico Barbarroja y depositadas en la "urna de los tres reyes". Hoy se halla en la catedral de Colonia; antes estuvo depositada en Milán.
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