Epiqueya
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   Interpretación benévola y generosa de la ley, en virtud de la dimensión y proyección humana que la ley tiene. En el Derecho romano (dura lex, sed lex) la ley se tendía a interpretar con exactitud y rigor y en ello estaba la justicia. Los judíos fariseos recargaban la ley y la interpreta­ban subjetivamente desde una piedad exagerada. Hacían legales las acciones externas, sin dar valor a las intenciones y a la motivación del legislador, mereciendo por ello el rechazo de Jesús (Mt. cap. 13)
   Ni los unos ni los otros fueron modelos del cristianismo primitivo. Los cristianos entendieron que la ley se ha dado para el hombre y no se ha hecho el hombre para ley. Y hasta cuando los defensores del rigor quisieron negar el perdón a los "lapsi" (caídos en apostasía por cau­sa de la persecución y luego arrepenti­dos), las comu­nidades cristianas ter­minaron por dar la razón a los defensores de la mise­ricor­dia y del per­dón.
   La actitud de Jesús con los pecadores, como en el caso de la mujer adultera (Jn. 8. 1-10)) y la declaración de que el hombre ha sido hecho antes que el sábado (Mc. 2.27 mt. 12.8) junto con la condena de los fari­seos y escribas a quienes dijo: "Descuidáis lo más importante de la ley que es la justicia, la misericordia y la fe" (Mt. 23. 24), no deja otra opción que la benevo­lencia, la compren­sión y la pru­dente aplicación de la ley.
   La epiqueya no es equivalente a laxi­tud legal o a indiferencia, sino que es expresión de huma­nismo y de compren­sión, de cari­dad y de misericordia. Santo Tomás de Aquino en la "Suma Teológica" (I-II. 96 2  y II-II 129) da una de las mejores explicaciones de esta virtud de la justicia y plantea el sentido humano de la ley cristiana.
   Francisco Suárez, en su libro "Sobre las Leyes", resalta el sentido humano de la ley y, por lo tanto, la necesidad de una interpretación humana y no material o literal, de su significado y alcance, dando prioridad al espíritu sobre la letra. (libro 6 cap. 7)