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Solitarios o habitantes de los desiertos (eremos en griego) que por motivos de oración o de penitencia se alejaban de la vida social y pasaban largos tiempos o toda la vida en estos lugares apartados
La tradición da como los primeros ermitaños a S. Pablo Anacoreta (228-341), que vivió siempre en la soledad hasta los 120 años según la leyenda; y a San Antonio Abad (251-356) de Egipto, que murió centenario y agrupó a los eremitas en cenobio (o vida en común).
Los Eremitorios se multiplicaron primero en Egipto, la provincia más rica de Roma, y luego por Palestina, Siria y Asia, siendo el Oriente su tierra preferida.
Pronto se extendieron por Occidente: por toda Africa del Norte y por Europa, llenando de zonas preferidas por los solitarios. Tales fueron Monte Majella en Italia, Los Vosgos en Francia, las zonas de Liébana, Monserrat y sobre todo las regiones de Córdoba y Almería en Iberia y Andalucía.
Ya en la edad media se organizan Eremitorios más regulares y bajo normas de vida muy disciplinada: cartujos, camaldulenses, o miembros de otros institutos que se orientan más individualmente hacia la soledad: carmelitas, franciscanos, pasionistas, etc.
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