Escuela
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   La escuela es el lugar, el hogar, el centro de trabajo, el taller, el ámbito en donde actúan los maestros. Es la estructura, el instrumento privile­giado donde se realiza el proceso de formación personal.
    Por lo que se refiere al concepto puro y simple de escuela, hay que tener en cuenta la riqueza multiforme que ha ido acumulando a lo largo de la Histo­ria el concepto de escuela.
    Su aparición se pierde en el origen de los tiempos. Nace cuando un hombre tiene algo que enseñar a otros que le acogen. Entonces busca lugar, tiempo e instrumentos para enseñarlo. Así realizan trabajos y actividades para asegurar el aprendizaje de manera ocasional o de forma sistemática.
    En Egipto, en Mesopotamia, en el lejano Oriente, en cualquier tribu primi­tiva, las escuelas surgieron desde hace miles de años. Hacia el 2.900 antes de Cristo ya existe en gráficos egipcios la silueta de algún escriba enseñan­do a un discípulo la tarea del escribir. Así amanece la idea de escue­la. Y desde entonces se desenvuelve hasta nuestros días.
    Por lo que se refiere al nombre, se recogerá el término griego "sxolé", o lugar de permanencia, de estancia, ordinariamente en los pórticos de las plazas, y alude al lugar donde se senta­ban gen­tes, sobre todo jóvenes, para escuchar a los maestros que allí gustaban de enseñar a los oyentes.
    Después se aplicó el término a los edificios que se construían en las ciuda­des helenísticas para la comunicación de las ciencias.
    En esos lugares, que se mantendrán hasta nuestros días, se irán ampliando los instrumentos, los programas y los recursos, los horarios, las normativas. Pero la escuela hasta nuestro días en que se prefiere la expresión geométrica de "centro educativo" se asocia al apren­dizaje, se haga con la pluma o con el  ordenador portátil, se trate de edificio sun­tuoso de mármoles de lujo o de chabola tropical donde se reúnen los niños del poblado salvaje.
   Hoy, en que se asocia a procedimientos sofisticados: audiovisuales, automáticos, cibernéticos, el valor de la escuela sigue vigente.

   1. La definición escolar

   Hace mil años el rey castellano Alfon­so X el Sabio la retrataba como "ayuntamiento de maestro e escolares que es fecho en una parte para comunicarse los saberes" (Código de las Partidas 7).
   Mil años más tarde los pedagogos la entien­den como "comunidad activa", como "lugar de encuentro entre maestros y esco­lares", como "órgano estructurado para instruir y formar, es decir para educar" o, como define Víctor Gar­cía Hoz, "es la institu­ión social educadora consti­tuida por la comunidad de maestros y escolares" (Pedagogía Sistemática c.1)
   El concepto de escuela sigue inmuta­ble. La configuración ha ido evolu­cionado conforme al discurso de las diversas opciones y alter­nativas ideológicas que se han sucedido entre los pedagogos. Des­de verla como "centro de trabajo" o "taller de aprendizaje" o mirarla como hogar de convivencia, desde hacerla instrumentos de socialización hasta definirla como "comunidad de personas", las ideas se suceden.
    Pero todas tienen en común lo relati­vos al enseñar y al aprender, en contexto más afectivo o más intelectual. Se la mire como "lugar de rela­ciones" educativas o se la considere como "centro de referencias" de conocimientos y de experien­cias formadoras, hay dife­rencias nota­bles, pero hay líneas de confluencia ideológica.

   2. Elementos de la escuela

    El concepto de escuela no es una abs­tracción, sino una encrucijada entre ele­mentos básicos en cualquier definición correcta de la realidad académica. Podemos citar tres referencias ineludi­bles:
     - La que se refiere al hombre, es decir a los elementos personales: maestros y alumnos, formadores y formandos, do­centes y aprendices, auxiliares, directivos y sobre todo padres como últimos responsables de los educandos.
     - La que alude a los elementos mate­riales, como soporte para la acción: lugares y recursos, documentos y textos acadé­micos, instrumentos de trabajo y libros, incluso "software" tecnológico de apoyo y consulta o reclamos audiovisuales para una mejor ilustración.
     - Todo lo que alude a elementos es­tructurales y cate­go­riales que son im­prescindibles: tiempos y horarios, programas y contenidos intelectuales, criterios y objetivos, estímulos y diseños curricula­res, evaluaciones y reforzamientos.
    Con la confluencia de elementos personales, materiales y estructurales es como se consi­gue que los niños y jóve­nes se eduquen humana y espiritualmen­te. No sólo se logra que se informen y se instruyan, sino que se relacionen interpersonalmente, que se dispongan a la vida posterior con dignidad y autoestima, que se construyan para sí mismos y para los demás, que se realicen en la vida como personas libres.
    La escuela, como lugar y oportunidad de encuentro, se presenta como campo predilecto para los diversos protagonistas de la vida social y para los responsables de toda comunidad humana.
    Afecta su existencia a las familias que quieren lo mejor para los hijos, a los dirigentes y gobernantes que deben procurar el orden y el progre­so en la sociedad, a los agentes sociales, políticos, económicos, religiosos, culturales. Todos la convierten en objeto de acción predilecta, aun­que no la miran todos con los mis­mos ojos o la valoran con idénticas intenciones.
    La misma evolución de los siglos ha ido resaltando más o eclipsando algunos de los rasgos. Pero se sigue manteniendo la escuela como ámbito y como cauce, como estímulo y como desafío, como lugar y como comunidad.


   3. Funciones

   La escuela es plataforma de promoción cultural, pero es ante todo ocasión de relaciones entre personas, en donde se crea un clima capaz de generar algo más que información e instrucción. Ante todo la escuela es, o tiene que ser, oportunidad para educar las perso­nas, que son siempre lo primero.

    3.1. Instrucción

    La instrucción se halla en el origen histórico de la institución escolar. Es la palanca más inmediata que genera todo lo que a organización se refiere. Pero no cubre la totalidad del abanico intencional del mundo escolar.
    El objetivo de las escuelas puede ser simplemente transmitir cono­cimientos, pero entonces algo dice que se queda a mitad de camino. Más sin suficiente acción cultural, científica, instructiva hay algo que también queda sin realizar.
    Por eso se pide a la escuela actividad, animación de un apren­dizaje organizado como un proceso de adquisición indivi­dual y colectiva de conocimientos, de acuerdo con las condiciones personales de cada educan­do. Se pide a la escuela que cuide sus programas y sus metodologías para que construya una plataforma de ciencia, de cultura y de civilización
    El ideal de la escuela en los últimos tiempos fue la actividad, como superación de la simple recepción por la pasiva escucha. Desde el "learning by doing" (aprender por el hacer. Dewey. Democra­cia y educación) de las escuelas nuevas de comien­zos del siglo XX hasta el "aprender a aprender" del constructivismo del final del siglo (David Ausubel, mismo título) la tarea instructiva se ha ido complicando
    Las grandes figuras de intuitivos de nuevas metodologías (Adolfo Ferrière, Eduardo Claparède, Elena Parkshurt, Ovidio De­croly o Jorge Kernschensteiner) se han encargado de la meritoria labor de sembrar inquietudes y abrir nuevos caminos.

   3.2. Formación

   Pero también se han encargado de superar la misma instrucción y reclamar la mejor organización mental de causas y efectos, de principios y consecuencias, de capacidades y habilidades, de relacio­nes mentales.
   Y a eso se denomina en la escuela "formación" mental y personal. Es la formación y la configuración de las estructuras orgánicas y psicológicas de la persona y su ordenación interior lo que más intere­sa en la realidad escolar. La persona nece­sita juzgar, seleccionar, estructurar, organizarse por dentro y por fuera, y no sólo llenar­se de conocimien­tos y de informaciones.
   Por eso sentimientos y actitudes, valores e ideales, relaciones y proyectos son base de la forma­ción. Sólo así se puede hablar de buena formación y lograr que la escuela cumpla con su superior misión.

  

 

 

   

 

 

 

3.3. Educación

   Y sólo así se llega al concepto de educación, último fin de la institución escolar. Con instrucción y con formación se construye la educación, que es per­fec­ción, mejora, sabiduría y plenitud humana. No cabe la me­nor duda de que hay algo de común en todas las manifestaciones, modelos y actividades escolares. El ideal es llegar a la perfección de la naturaleza humana
   Por eso la escuela, en la mente de los grandes teóricos de la educación, se identifica con conceptos como orden en las actividades, progreso en las capacidades, rigor en los objetivos, claridad en los procedimientos, selección en los instrumentos y, sobre todo, perfec­ción en la realización personal. En la escuela se pretende conseguir la educación a través de la formación, la formación a través de la instruc­ción, la instruc­ción a través de la enseñanza y del aprendizaje.

. Los tipos de escuela

   Los tipos de escuela pueden ser múltiples según diversos criterios. Todos ellos se enlazan en la idea de escuela, pero un mundo pluriforme de manifestaciones surge desde la idea pura de escuela
  Se puede uno hacer idea aproximada cuando se clasifican las escuelas:
     - por el nivel, infantiles, primarias, secundarias, superiores.
     - por la orientación, técnicas, humanistas, literarias, artísticas;
     - por la titularidad, públicas y estatales y privadas o particulares;
     - por la intencionalidad, empresariales y sociales o populares.
     - por la confesionalidad, con­fesionales cristianas, mahometanas, judías, laicas o neutras, o también plurales si la línea religiosa y moral se ajusta a las demandas de los padres y la socie­dad;
     - por la organización, unita­rias, graduadas, integradas.
     - por el nivel social del alumnado y el estilo, sociales y populares o burguesas y clasistas;
     - por la metodología, activas, individua­listas, personali­zadas, colectivistas.
     - por la ideología social, liberales, socia­listas, capitalistas, comunistas;
     - por el sexo de los alumnos, mono­sexuales (masculinas o femeni­nas) y coeducativas o mixtas;
     - por el tiempo en que surge, antiguas, modernas, romanas, medievales, moder­nas, actuales:
    Otras muchas clasificaciones se pueden sugerir. En la escuela existe un eje de enlace y un soporte permanente: es la relación docente y discente, la cual se muestra en el progra­ma, en la finalidad, en las disciplina, en los progresos, en las evaluaciones de los rendimientos, en el control de eficacia y calidad.

   5. Posibilidad confesional

   Todo lo que existe en la escuela se puede reducir a tecnología y rentabilidad pedagógica. Pero también se puede analizar desde el prisma de la confesio­nalidad. Confesionalidad significa que puede haber un estilo, unos criterios y unas formas espirituales prefe­rentes de reali­zar la tarea educadora.
   Se puede hacer escuela alegre o rigu­ro­sa, sociali­zante y competi­tiva, cien­tífica o literaria, primaria o supe­rior, activa o receptiva. Pero también se puede mirar lo que se hace a la luz de una eficacia inmediata o con la iluminación de unos valores trascendentes y superiores.
   Esa luz: valores, criterios, referencias, interpretaciones, etc. que llamamos confesionalidad se puede teñir de judaísmo, de mahometismo, de budismo y de cristianismo.

 


 

 Las bases de esa posible confesionali­dad se hallan relacionadas con los elementos que configuran la escuela:
    - Alberga en su seno a las personas más receptivas por edad y cultura.
    - Prolonga durante años la influencia personal de los maestros.
    - Afecta a la casi totalidad de los hombres en países normales, que de una u otra forma se cuestionan su identidad.
    - Actúa de forma sistemática, sólida y coherente en las mentes y corazones.
    - Infunde ideales de vida, libertad y saber en sus postulados y métodos.
    - Hace fácil la relación entre perso­nas como simples ciudadanos o como destinados a una vida posterior y superior.
    - Orienta otras acciones y muchos otros ámbitos educativos.
   La escuela, casi por necesidad, tiene que asumir algún género de confesiona­lidad. Mientras en la fábrica, en la ofici­na, en el terreno de juego, incluso en el hospital, se puede prescindir de pregun­tas tras­cendentes (de dónde vengo, a dónde voy, qué hay en el más allá, quién ha hecho el mundo, en qué se diferencia el hombre del bruto), en la escuela hay que dar respuesta a esos interrogantes. Incluso la mayor neutralidad implica un tipo definición.
   En este género de preguntas, el silencio es ya una respuesta. El laicismo y el secularismo escolar es, por lo tanto, un modo de confesionalidad.