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El término hebreo "ruhah", como el griego "pneuma" y el latino "spiritus" indican lo mismo: "aire, viento, aliento. Y es el que se emplea en la Escritura para decir algo tan inmaterial y sutil como es alma, mente, realidad divina que late en el hombre, algo que recuerda la presencia personal de Dios en el mundo.
Por lo tanto la explícita afirmación de la Escritura que en el hombre hay un "espíritu" por una parte y de que "Dios es espíritu" al que hay que adorar constituye uno de los ejes básicos de la Revelación.
En el Nuevo Testamento el término "pneuma", aislado o en composición con determinados adjetivos como puro, santo, vino aparece nada menos que 496 veces. Haciendo referencia al "espíritu divino" existen 186 ocasiones en que se alude al "espíritu" y con alusión al espíritu humano surgen otras 69 referencia en cuanto alma y 63 de forma más ambigua como "interioridad", "fuerza", "energía" o términos afines.
En el Nuevo Testamento las numerosas "resonancias pneumatológicas" hacen de tal concepto una plataforma doctrinal decisiva para una buena educación en la fe y para una suficiente vida de oración y de moral cristiana.
Queda claro que lo que late en los textos bíblicos es lo más alejado al materialismo, al naturalismo o al racionalismo. Y en consecuencia debe ser considerado como una de las exigencias prioritarias de toda educación de la fe cristiana y evangélica.
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