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Cuidado y esmero que se pone en una acción o intervención. En sentido intelectual y académico alude a los esfuerzos y actividades de comprensión, retención y aplicación que se realizan con una materia o conjunto de conocimientos que deben ser asimilados por quien se entrega a una tarea (el estudiante)
Los contenidos religiosos reclaman cierta originalidad en el estudio, pues además de entender, retener y aplicar, implican con frecuencia una acción de aceptar y configurar la mente conforme a ellos (creer las verdades) o ajustar la conducta según su alcance (en contenidos morales, ascéticos o espirituales)
Es importante que el profesor de religión entienda que el estudio de una asignatura de estas características debe ser entendido como algo más que una memorización o incluso una comprensión. Es preciso enseñar al alumno a seguir otras líneas de reflexión.
En los contenidos meramente culturales (datos, hechos, productos, relaciones, acontecimientos) se puede usar ante todo la inteligencia y la memoria. Pero en los valores, actitudes, sentimientos, disposiciones, etc., es preciso llegar, como acontece con el arte y la moral a dinámicas más interiores, que pueden seguirse llamando estudio, pero que afecta a otras esferas de la personalidad.
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