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Término alusivo a la felicidad (eudemonía, en griego) que Aristóteles, y con él todas las escuelas realistas posteriores, defendieron como meta final de toda la ética humana.
El hombre quiere ser feliz y no puede dejar de quererlo. Por lo tanto, cuando obra bien y cuando obra mal, busca el placer sensorial o intelectual, presente o futuro, individual o colectivo, pero en definitiva aquello que la resulta más agradable a su naturaleza.
Los sistemas morales eudemonistas han sido muchos a lo largo de los siglos. La misma ética cristiana, interpretada por Sto. Tomás considera el bien como la fuente de la felicidad y el mal como el origen de todo sufrimiento.
Uno de las cuestiones básicas del hombre sano es formarse para distinguir el bien del mal y para aspirar a la felicidad perfecta que es Dios y no a la fugaz que reside en las criaturas. Es uno de los criterios básicos de la moral evangélica y, en definitiva, del mensaje cristiano
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