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Expulsión de los espíritus diabólicos, reales o aparentes, mediante ritos de carácter religioso que se han dado en casi todas las religiones.
En el cristianismo se reconoce la posibilidad de incidencias demoníacas en la vida de los hombres, que además pueden llegar a las posesiones diabólicas. Por ello hay que actuar en consecuencia.
La Iglesia tiene, en consecuencia, ritos e invocaciones contra las fuerzas del mal y también fórmulas de expulsión de demonios que son los exorcismos
En la legislación canónica se reconoce tal existencia y se determina cómo proceder y quién es el que debe intervenir cuando el caso llega. (cc. 1172)
En tiempos antiguos las creencias relacionadas con los espíritus diabólicos estaban más arraigadas en la sociedad, y también la Iglesia atendía más estas creencias. Pero en los tiempos modernos, incluso manteniendo la creencia de la posible intervención del demonio en la vida humana, considera que su acción se halla menos comprobada y por eso restringe esos ritos a las ocasiones ciertamente comprobadas o muy probables.
Con todo conserva un "orden menor" en el Sacramento del Orden sacerdotal denominado de exorcistas. Y en la administración de algunos sacramentos, como en el Bautismo, realiza el exorcismo de conjurar al espíritu maligno para que se aleje del nuevo cristiano, que queda santificado con el agua y la gracia. (Ver Demonio 5.2)
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