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Cualidad o capacidad humana de poder expresarse y comunicarse con los demás y de contar con recursos naturales y artificiales para tal acción.
El educador debe contar con ella y con la necesidad del hombre de poseer formas o cauces para exteriorizar la religiosidad del educando, que es un rasgo natural cultivable.
Como en todas las demás cualidades humanas, inteligencia, afectividad, fantasía, voluntad, sociabilidad, sexualidad, la expresividad mejora con el ejercicio recto y empeora con el ejercicio incorrecto. La expresividad religiosa orientada por ejemplo a la plegaria, a la compasión, a la música piadosa, al arte, genera una preferencia o simpatía por el bien, la belleza y la bondad. Si se desvía hacia la superstición o hacia el desorden, la religiosidad puede convertirse en motor de desajuste y entrar en situación de dudosa autenticidad.
Es importante que el educador cuente con criterios rectos para discernir las formas expresivas convenientes y las inconvenientes. Dependerán muchos del contexto cultural, de la edad de los educandos y de los otros ámbitos en los que se vive, pero siempre se tendrá la certeza de que sin expresión religiosa interior y exterior el valor de lo espiritual se atrofia.
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