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Bíblicamente son los que se presentan como ajenos al pueblo elegido. Se les considera como ajenos al plan de Dios y extraños a las misericordias de los elegidos. Hay dos formas de esa extranjería: Una es la de los adversarios que se presentan como enemigos del pueblo y de sus creencias religiosas. Se les designa con el término de "zar" o "sar", en griego "allofulos", y son considerados como verdaderos enemigos que conviene combatir y de los que hay que defenderse pues son gentiles, paganos y adversarios.
Y están los "forasteros" los "ger" o "töshab", que son los establecidos en Israel (Ex. 22.20; Deut. 14.29; Lev. 19.33; Num. 35. 15) y que merecen respeto y protección mientras son tales y que pueden terminar ingresando en la comunidad judía mediante la circuncisión (Num. 19. 10) y eran mirados como "prosélitos".
La idea de peregrinaje y la conmiseración con el que ha salido de su tierra y se halla como peregrino en tierra extraña estaba muy arraigada en Israel, sobre todo después de la Cautivad y bajo la conciencia que, desde el siglo V antes de Cristo, eran más los israelitas alejados de la Tierra prometida y del Templo consagrado que los que vivían en ella.
Esta idea y esta actitud bíblica se mantuvieron vivas a lo largo de la Historia. Incluso se incrementa en los tiempos modernos, en los que millones de "forasteros", emigrantes, peregrinos, transeúntes, desplazados, refugiados, desarraigados, pululan en la tierra y se amparan en la compasión de los creyentes para sobrevivir y adaptarse al mundo que les toca vivir
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