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Son aquellas personas, objetos o hechos que tiene una significación social para quienes las contemplan o conocen y se sienten interpelados por ellas.
En lenguaje cristiano y eclesial, las figuras son referencias premonitorias de la gran realidad salvífica que habría de ser Cristo y su plan redentor.
Cuando se trata de personas se convierten en modelos, como acontece con los Patriarcas, con los Profetas, con los Reyes o con los Apóstoles. Son figuras porque llaman la atención y reflejan una elección, un valor singular, un servicio o una misión.
Si se trata de objetos también aportan una referencia salvadora, como acontece con el cordero pascual, con el monte Sinaí, con el templo de Jerusalén.
Cuando se habla de hechos como el diluvio, el paso del Mar rojo, la cautividad de Babilonia, los sacrificios, las batallas, también se presentan como anuncios de lo que había de venir.
En el fondo de la Historia de la salvación hay una serie de referencias o alusiones que la Iglesia entendió siempre como "figuración o preparación" de la venida de Jesús, y que consideró como figuras de la encarnación, de la venida del Redentor y de su sacrificio liberador.
En la exégesis bíblica el estudio de las figuras, a la luz del a Tradición cristiana, es imprescindible para entender el Antiguo Testamento. De manera particular hay que dar cierta preferencia en la recta educación de la fe aquellas figuras cristológicas que son clave para entender la Historia de la salvación: personajes como Adán, Abel, Noé; patriarcas como Abraham o Jacob; hechos como la liberación de Egipto.
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