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Limitación que tienen las criatura en su ser, en su hacer, en su poder ser o en su poder hacer. La conciencia de la limitación es consustancial a las criaturas inteligentes que saben que alguien las ha hecho y que ellas son contingentes, es decir dependientes.
Por poderosa que sea una criatura, sus capacidades son siempre limitadas. Sólo Dios es infinito. Todos los demás seres son limitados, en el tiempo, en el conocimiento, en la virtud, en la fuerza, la capacidad de influencia.
Existencialmente la finitud es la base de la humildad y de la modestia de los hombres. Olvidar este rasgo existencial y pensar que uno es infinito y todo lo puede es un error radical posible en el hombre. Es el pecado de soberbia, que le hizo exclamar a Luzbel (aunque la exégesis del texto sólo es válida en sentido acomodaticio): "Escalaré el trono del cielo y seré semejante al Altísimo" (Is. 14.14). Y fue el pecado de Adán (también en sentido acomodaticio) cuando se dejó tentar con la esperanza de que "seréis como dioses". (Gn. 3.5)
La aceptación de la propia limitación, de la propia finitud, es la plataforma de despegue para la virtud, para la paz y para realización de la salvación, que siempre será vista como don de Dios.
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