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Patriarca de Constantinopla que consumó la separación de Roma de las Iglesias de Oriente, actitud que se iba gestando desde antes por la diversa forma de entender algunos misterios cristianos y por la rivalidad entre Roma y Constantinopla, las dos capitales del Imperio romano oriental y occidental.
Elegido Patriarca de la sede constantinopolitana por influencias más cortesanas que eclesiales (era pariente de la emperatriz Teodora y era seglar todavía) se depuso a legítimo Patriarca Ignacio. No fue reconocido por el Papa Nicolás I. Convocado en el Concilio Ecuménico en la misma Constantinopla, (fue el IV). Focio quedó excomulgado.
Al morir Ignacio en 877 y en beneficio de la paz, el papa Juan VIII le reconoció como Patriarca y levantó la excomunión.
Gobernó luego diez años, aunque en medio de tensiones no solo de tipo religioso y doctrinal, sino también político y relacionado con las influencias.
Tema conflictivo resultó la "cuestión de Bulgaria, cuya entrada en la dependencia imperial de signo político estuvo acompaña por su cristianización, la cual él mismo promovió con celo. No reconoció que el territorio quedará directamente dependiente de Roma, en defensa de los derechos del imperio bizantino.
Personalmente era erudito y buen orador. Negaba la procedencia del Espíritu Santo con respecto al Hijo. Se oponía a las costumbres latinas y al celibato del clero. Escribió una carta o encíclica con el programa que luego pasaría a ser el de la ortodoxia griega.El 886 de nuevo fue desposeído de la sede por el Emperador León VI y recluido en un convento de Hieria, donde pasó los últimos años. Allí compuso su mejor obra: "Mistagogia del Espíritu Santo". (Ver Cisma 2.)
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