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Región Norte de Palestina que varió notablemente de estructura política y social y cuya referencia evangélica es esencial en el Nuevo Testamento.
Su población a lo largo de la Historia Bíblica se vio alterada con frecuencia por invasiones y mezclas muy variadas y persistentes. Conquistada a los cananeos, era la zona más cercana a las influencias de los fuertes señores de la costa (Tiró, Sidón) lo que la hizo rica en comercio, además de serlo en agricultura.
La impureza de la raza judía en ella se debió a las conquistas asirias y babilónicas anteriores a la Cautividad, cuando las regiones del entorno del Genezaret y de la Samaria fueron repobladas con advenedizos de otros territorios del imperio. La política guerrera de los Macabeos y del primer rey asmoneo, Juan Hircano, logró judaizar de nuevo Galilea, con más éxito que el conseguido en Samaria. Por eso los galileos en el siglo I iban al Templo de Jerusalén por la Pascua, aunque tenían mala reputación ante los judíos puros. Tenían fama de ser especiales, mezcla de razas no israelitas (Galilea de las naciones). Eran, impuros, supersticiosos, inhábiles en el lenguaje arameo que se hablaba en Judea, violentos y despectivos. En el ambiente de Judea la denominación de “galileo” rayaba en el insulto.
Pompeyo, en sus acciones bélicas y políticas anteriores a su derrota por Augusto, había hecho de Galilea un distrito del Reino de Hircano, con la capital en Séforis. Siguió siendo reino con Herodes el Grande. Herodes Antipas (rey entre el 4 y el 37) construyó en la orilla del lago la capital que Jesús conoció en Tiberiades.
En esa Galilea de las naciones es donde Jesús pasó su vida y en sus lugares, más que en Judea, es donde proclamó su Reino y su misterio.
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