|
Sucesión de figuras que configuran el mapa de una raza, especie o familia. El estudio de las genealogías es propio de todas las ciencias por diversos motivos: geográficas, biológicas, sobre todo históricas. Ha sido ciencia y arte muy cultivados por la curiosidad natural de conocer los ascendientes propios y ajenos.
En algunos grupos étnicos, como en los judíos y otros orientales, el conocer y conservar referencia de los propios ascendientes tuvo una importancia decisiva para la propia identificación.
En esa preferencia se enmarca el interés de los israelitas por los libros de familia, por las listas de ascendientes y descendientes que aparecen en la Escritura Sagrada y la conservación en la memoria de cada individuo del árbol genealógico personal.
Entre las diversas Genealogías que aparecen en la Sda. Escritura, la de Abrahán, la de Jacob, la de Moisés, la de Esaú (Edom), las de reyes como los asmoneos o de los herodianos, ninguna tan interesante como la del mismo Jesús.
Interesante es descubrir, explicar y comentar la doble referencia que aparecen en los sinópticos: la de Lucas (2. 23-38) con sus 56 nombres (8 grupos de 7 nombres, sin incluir a Jesús) presentada en orden ascendente; y la de Mateo (Mat. 2. 1-16) con sus 42 nombres en orden descendente (7 grupos por 6 incluyendo a Jesús).
En lo referente a la educación religiosa, interesan las genealogías bíblicas que hacen posible la mejor comprensión de la Historia de la salvación. Pero es evidente que ellas representan un simple elemento histórico y no un fundamento de la fe en sí misma.
|
|
|
|
|