Genio
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   Concepto psicológico y social que refleja los rasgos de una persona que supera los niveles mentales normales, que rompe los moldes en lo intelectua­l por su capacidad enorme de comprensión y de expresión y, en consecuencia, ofrece manifestaciones singulares en lo social y en todas o en varias formas del comportamiento humano: artístico, literario, científico, matemático, económico, etc.
   Galton definía al genio como "la capacidad que se muestra con un poder creador singular en su trabajo y por sus capacidades sorprende en sus producciones". Habría uno por cada millón de humanos. En términos estadísticos de Weschler y de Stern, se dice que el genio supera el 140 de coeficiente mental (o el 145 según Terman). Es el  sentido más usual, suponiendo que el concepto de coeficiente mental (relación entre la madurez o edad mental y la edad cronoló­gica) es suficiente criterio de medida.
   Las investigaciones sobre los genios han sido siempre un desafío entre los estudiosos de la Psicología, por las impli­caciones prácticas relacionadas con quienes poseen tales rasgos y por la singularidad de estas figuras en la Histo­ria.

En los tiempos actuales se elude ha­blar en términos estadísticos y se prefie­ren formas más descriptivas que psicométricas al hablar de estas personalidades. Y se advierte que estos superdotados difícilmente lo son en todos los campos, sino que la genialidad se polariza en esferas parciales que concentran el máximo poder mental: Napoleón en la estrategia militar, Beethoven en la música, Einstein en la física, Miguel Angel en las expresiones plásticas o pictóricas, etc. Y en las demás áreas, su capacidad puede ser normal o incluso deficiente: Miguel Angel no sabía esperar, Beethoven no podía escuchar, Einstein no sabía convivir, Napoleón no sabía respetar los derechos de los demás.
  
 


 
 
 

 

 

   

 

  Los genios son individuos beneficiosos para la humanidad, probablemente más que para ellos mismos. Y, en cuanto personas, son susceptibles de todas las deficiencias y suficiencias de la especie humana: sufren, gozan, aman, odian, creen, ignoran, desean, fracasan, acier­tan, desconfían, al final mueren. Como todos los demás hombres precisan una educación adecuada: si la tienen buena, su genialidad puede encauzarse al bien; si son mal educados, sus acciones pueden ser nefastas. Es preciso estudiar su personalidad global, superando los deste­llos de su singularidad.
    La educación religiosa del genio o del superdotado intelectual tiene que ser también adecuada a sus capacidades mentales y a sus rasgos personales: si tiene gran capacidad de comprensión, lógica o crítica será diferente de si su capacidad estética es gigantesca. Lo que no se puede hacer es abandonar al que tiene singulares capacidades mentales a su propia opción sin orientación conveniente, so pretexto de que se basta para buscar el camino mejor por sus propios recursos.