Glorificación
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   Eclesiológicamente es el reconocimiento de la dignidad de un miembro del Cuerpo Místico y su entrega al apostolado. Es un término simbólico que alude a la beatificación o a la canonización de un siervo de Dios.
   En el fondo posee una intensa referencia evangélica, en cuanto Jesús habla con frecuencia de la acción de glorificar: glorificar a Dios Padre (Jn. 13.32), glorificar al Espíritu Santo (Jn. 16.14), a sí mismo (Jn. 17.1)
   Y sus mismos discípulos sintieron poco a poco lo que era la glorificación de la que el Maestro hablaba (Jn. 11.4; Lc. 24.26; Hech. 3.13). La Iglesia lo aprendió de los primeros Apóstoles y lo siguió proclamando a todas las naciones.
   Los actos de glorificación de sus hijos más representativos y modélicos sólo tienen ese sentido de participación en la gloria de Dios. Es importante enseñar a los cristianos a entender esa gloria de Dios en su dimensión teológica y no desde connotaciones de brillo humano.            (Ver. Ascensión 4)