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Entre las diversas acepciones castellanas, se alude también con este término al marginado, adulto o joven que, por falta de educación, de recursos o de orden familiar, vive de forma desordenada y comete tropelías, robos y agresiones en la sociedad.
La palabra proviene tal vez del francés golfin (pilluelo de playa) o del germánico "grofa" que significa prostituta, de donde saldría "golfa". De hecho no hay documentos literarios significativos que lo acredite, pero desde el siglo XVIII el término se populariza y se aplica a cuantos no actúan conforme a leyes y a formas socialmente provechosas.
En sí mismo el concepto de golfo no es sinónimo de delincuente, sino de marginado por voluntad o necesidad y de persona que necesita transgredir la vida social para sobrevivir.
En los tiempos actuales se difunden lamentablemente los "golfillos" o niños de la calle, que abundan en las ciudades populosas y constituyen un desafío para el orden público.
La historia de la caridad cristiana está llena de intentos de ayuda a estas clases sociales, sin que sea suficiente la creación de establecimientos de acogida para asegurar la redención social de los afectados por esta desgracia: hospicios, centros de trabajo, talleres ocupacionales, escuelas especiales, por cuanto muchos carecen de voluntad para su reinserción social al haber sido educador en esa marginación.
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