Gótico
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   Estilo artístico estrechamente relacionado con los valores religiosos tanto por el tiempo en que se extiende en Europa (XII al XV), como por su origen (monas­terios cistercienses) y por los centro en los que se encarna que suelen ser templos, catedrales, monasterios.
   Los valo­res espirituales con los que se asocia sugieren un interesante aprovechamiento en la catequesis. Con sólo explorar y comentar sus significados: luz, elevación, sutileza, trascen­dencia, ple­garia, se puede realizar un trabajo de formación espiritual y moral interesante.
   En sentido estricto el gótico dura desde la extensión de la reforma cisterciense del siglo XIII hasta que los gustos rena­centistas desplazan la aficiones góticas, en Italia en el siglo XIV y en España. Francia y Alemania hacia el si­glo XVI.
   El término gótico fue utilizado por primera vez en sentido despectivo en el siglo XVI por el italiano Giorgio Vasari, historiador del arte. Quiso identificar con sus formas el bárbaro gusto de otros tiempos, aludiendo a lo "oscuro", a lo escueto, al desconocimiento de los gran­des maestros griegos y latinos primitivos.
   Pero cuando llegó el romanticismo, el gótico, como el románico, volvió a renacer, no sólo en cuanto a estudios laudatorios de sus valores, sino en cuanto a imitación (sobre todo neogótica) en multitud de edificios.
   Los historiadores hablaron entonces con interés incluso de un "gótico internacional", al tratar de describir el común denominador de los estilos arquitectónicos, escultóricos o pictóricos, pero también de las artes menores: orfebrería, tejido, marquetería, decorados, miniaturas.
   En el terreno de la pintura, lo gótico se caracteriza por iluminación de las figuras, la escenografía tierna, sugestiva, móvil, graciosa y teocéntrica, el cielo, las virtudes, los actos de piedad. En ella abun­dan los detalles y gestos, las insinuaciones para la imaginación de quien con­temple las acciones sugeridas.
   Ese estilo reencarna el antiguo arte de los mosaicos orientales, con una sofisticada técnica de vidrieras cubriendo las luminosas ventanas de los edificios. La vidriería luminosa se vuelve catequística por la abundancia de datos ofrecidos y las series de relatos planteados en sus espacios transparentes, en donde la policromía resulta cautivadora.
   La creatividad combinatoria y el sentido de la proporción consiguen efectos sublimes. Basta mirar en días soleados las vidrieras de la Catedral de León, las de la Santa Capilla en París, los roseto­nes de las catedrales germanas como la Estrasburgo, para descubrir su fuerza evocadora y pedagógica.

   

Las composiciones en forma de tablas móviles, de trípticos y de capillas ambu­lantes, con formas flamencas, germánicas o florentinas y en España isabelinas, suscitan el repaso de las vidas y virtudes de los personajes. Las miniaturas, como el “Salterio de San Luis”, de 1253 o el famo­so códice “Las ricas horas del duque de Berry” (hecho ente 1413 y 1416) del  Museo Condé, son ejemplos de artes menores que llegaron a ser genia­les por la creatividad de los artífices.
   Además, los tapizados y alfombrados, los ornamentos en marfil de los muebles regios, los repujados de los estuches, los bordados de las vestiduras litúrgicas son complementos de un arte que difícilmente puede ser superado.

   

 

 

  
   En la escultura, supeditada siempre a la arquitectura, se logran verdaderas maravillas en las arquerías de las catedrales, en la imaginería de las fachadas, en los labrados admirables de los sarcófa­gos y de los cenotafios funerarios. El hieratismo serio del románico queda sustituido en el gótico por figuras gráciles y vivas, con sonrisas insinuadas o plie­gues y adornos complementarios valio­sos. Las sillerías catedralicias, los púlpitos, las pilas bautismales y, sobre todo, las composiciones de los retablos de los altares, son campos para la inagotable labor del genio.
   En Arquitectura el estilo gótico resalta la sutileza de las líneas verticales, que hacen dirigir los ojos al cielo, con ventanales apuntados y muy elevados, que luego se recubren de maravillosas vidrie­ras, verdadera catequesis inagotable con sus escenas, emblemas, detalles, sugerencias. Ello hace posible un torrente de efectos espirituales, de elegancia y refinamiento, de conocimiento minucioso del mensaje que trata de encerrarse en piedra.
   Los edificios religiosos se multiplican y tratan de aprovechar al máximo los espa­cios, la luz y los adornos, para transmitir un mensaje social de esperanza, de orden y de proporción.
   La catedral se convirtió en el gótico en un símbolo del encuentro y de orienta­ción hacia Dios. Intentó llenarse de luz, y es la luz la que conforma el nuevo espacio gótico: luz física, no figurada en pinturas y mosaicos, luz general y difusa, no concentrada en puntos y dirigida como si de focos se tratase. Y la luz siempre parece venir de Dios.
   El hábil juego de las vidrieras coloreadas, que trasforma el espacio en irreal y simbólico, es un lenguaje gótico irrepeti­ble. La luz es la subli­ma­ción de la vida y la presencia de la divinidad.
   La simbología domina a los artistas de la época. El arquitecto gótico organiza una estructura que le permite, mediante una sabia utilización de la técnica, emplear la luz, luz transfigurada, que desmaterializa los elementos del edificio, consiguiendo sensaciones de elevación e ingravidez.
   Las soluciones arquitectónicas góticas son maravillosas: arbotantes y columnas con cargas desviadas, espacio para los ventanales luminosos, la imaginería sugestiva, bóvedas de crucería con bellos enlazados y nervios delicados, rosetones polícromos, pechinas decoradas, arquerías interiores y claustros complementarios no menos risueños que el cuerpo del templo. Todo ello consigue el efecto de una arte que habla, que sugiere mensajes de la otra vida.
   En ese contexto arquitectónico es donde cobra vida una iconografía que, sin relación con los soportes y por tanto con la materia, permiten el juego simbólico de relacionar la luz con la divinidad. La nueva concepción del espacio no elimina el diseño de cada una de las partes que conforman la catedral. Las plantas de cruz latina y las basilicales dan juego para muchos complementos