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En cuanto don natural es un rasgo psicológico que poseen los temperamentos positivos, serenos y maduros, los cuáles prefieren ver lo positivos de la vida y situar con objetividad los riesgos, sufrimientos y dificultades.
En cuanto don sobrenatural del Espiritu Santo, es la participación en la felicidad eterna de Dios, en cuanto nos sabemos amados y salvados para siempre, y cuento esa persuasión se traduce en sentimientos de regocijo personal y comunitario.
Por naturaleza el catequista y el mensajero evangélico deben vivir gozosamente, pues son portadores de palabras de salvación. Los textos del Nuevo Testamento están sembrados de la palabra gozo, sinónimo de alegría, dicha, felicidad, entusiasmo, regocijo, júbilo, placer y contento. Hasta 138 veces aparece el verbo gozar o el sustantivo gozo (en griego jairo o jara). El sentido se extiende desde el nacimiento de Jesús: "Os anuncio un gran gozo, que os ha nacido el Salvador" (Lc. 12.10), hasta la promesa de que "la tristeza final se convertirá en gozo." (Jn. 16.21)
Ese mensaje es condicionante para cualquier tarea de educación espiritual y por eso debe ser mirada con predilección por parte de todo educador.
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