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Término con el que los primeros cristianos no israelitas denominaban en diversos lugares a los judíos. Aparece en algún texto evangélico no escrito por israelitas (Lucas. Hech. 6.1), pero también se halla en Pablo, que lo era: 2 Cor. 11. 22 y Filip. 3.5. Sobre todo se usa en la llamada Epístola a los Hebreos. Se sospecha que era usual llamar hebreos a los judíos de habla aramea, sobre todo a los de Palestina.
Los demás, abundantes en todo el Mediterráneo (diáspora), hablaban el griego como lenguaje usual y solían ser denominados como judíos en el exterior e israelitas en el propio seno de sus comunidades.
La Carta a los Hebreos, escrita por alguien del entorno paulino para conversos, sobre todo levitas y sacerdotes, tal vez fue inicialmente divulgada en arameo, aunque sólo quede la forma griega más extendida.
Esta carta, estrictamente hablando, es una catequesis sistemática y argumental para mostrar a los convertidos que el sacrificio de Cristo es la cumbre de la salvación prometida a Abraham y a sus descendientes y que los sacrificios del templo, tan conocidos por los destinatarios, no eran otra cosa que una preparación pasajera.
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