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Formas fonéticas, semánticas y sintácticas de expresarse en una colectividad. El idioma, (lo que es propio, en griego “idios”) se construye por parte del hombre a lo largo de sus proceso de hominización de la forma más natural que es la oral. Sólo en los últimos estadios evolutivos se llega a la forma gráfica (pictórica, ideográfica y fonográfica o incluso iconográfica o simbólica).
Los idiomas han sido innumerables en la historia reciente y arcaica. Hoy se hablan en el mundo cerca de los 6.000 y han llegado a ser escritos varios centenares, algunos de gran extensión: chino mandarín, inglés, castellano; y otros en la última fase de su extinción (algunos amazónicos o de etnias africanas).
Cada idioma tiene en su estructura campos semánticos diferentes: matemático, físico, artístico, biológico, económico, etc. También hay en cada idioma una terminología religiosa y moral peculiar y cada idioma ofrece su peculiar facilidad o dificultad para acomodar los conceptos a la estructura terminológica, pabellón que muestra la base conceptual.
Los misioneros y catequistas misionales de todos los tiempos han sabido por experiencia lo que se debe trabajar, si se quiere expresar en otros idiomas el mensaje cristiano. Sobre todo los idiomas primitivos y poco orientados a la abstracción, plantean dificultades para expresar los conceptos religiosos elaborados en el propio idioma. Al no contar con hechos de experiencia para comunicar el misterio, la idea pura, la figura trascendente, la educación de la fe se encuentran con la dificultad añadida de la insuficiencia de la abstracción.
Las lenguas orientales recurren con frecuencia a la parábola, a la metáfora, a la hipérbole, a la figura natural, para superar esa dificultad y conseguir cierta abstracción. Y los que no tienen idiomas muy desarrollados semántica y sintácticamente se encuentran con dificultades insalvables.
Son impresionantes ejemplos de creatividad los esfuerzos de los evangelizadores américanos o asiáticos, con sus maravillosos "catecismos de adaptación". Ellos constituyen una de las páginas más gloriosas de la Historia de la Iglesia, como mil años antes del descubrimiento de América lo fueron los escritos de San Cirilo y San Metodio para evangelizar a los pueblos eslavos. Los primeros tiempos de la Iglesia tuvieron que hacer lo mismo, con sorpresa de todos, los enviados de Jesús "para que, con la ayuda del Espíritu Santo, cada uno de los oyentes les entendieran en su propia lengua". (Hech. 2. 8-9)
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