Ignorancia
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    Situación de la inteligencia de carencia de los conocimientos convenientes o suficientes para el desempeño de una función o cometido. La ignorancia es natural en el ser humano, que todo debe aprenderlo y conservarlo mediante el esfuerzo y las capacidades propias.
    Por eso la ignorancia natural es con­dición humana de partida, y no significa deficiencia natural, pues por naturaleza son muchas más las cosas que se ignoran de las que se saben. Pero, en sentido psicológico y didáctico, se denomina ignorancia a la "ausencia de conocimientos debidos" por haber tenido la opor­tuni­dad o la obligación de poseerlos. Y en este sentido también es ignoran­cia el vacío cultural en aquellos terre­nos de información o experiencia en los que uno debe y puede estar impuesto para cum­plir con su misión o profesión social.
    Unos campos son generales y usuales parta todo ciudadano (leyes cívicas, medios de comunicación, ma­nejo de alimentos). Otros son específicos de una situación o tarea (ciencia médica, normas de tráfico, programas infor­máticos)
    En el terreno religioso, todo ser inteligente debe tener unos conocimientos suficientes para vivir en la cultura en la que habita. Y el creyente debe poseerlos suficientemente sólidos para que su fe se sienta apoyada en unos datos sólidos, objetivos y clarificadores.
    Es ignorancia religiosa no saber lo que ordinariamente los demás en las mismas condiciones saben sobre los misterios, las normas, los cultos relacio­nados con la propia cultura, conciencia o circunstancia social en la que se vive.
    La ignorancia religiosa en general conduce a la ingenuidad en las creen­cias y a la superstición compensatoria, al uso de tópicos ajenos y de prejuicios que se expresan en formas sorprenden­tes, al desajuste personal y a los sentimientos de inferioridad, incluso a la gestación de mecanismos de defensa como son la agresividad o la ironía religiosa.
    De manera particular esto sucede cuando hay una gran desproporción entre conocimientos humanos o científicos adquiridos por los estudios e informaciones religiosas deficientes asumi­das por indolencia o desinterés. Entonces la distorsión en el ejercicio profesional conduce a lamentables situacio­nes que llegan con frecuencia al ridículo profesional o social. Por ejemplo, un profe­sor de arte que carece de datos e ideas en las mitologías grecolatinas, en los dogmas cristianos o en los usos mahometanos no puede realizar su función que solvencia y equilibrio.
    Un psicólogo, un sociólogo, un político que en Occidente ignora lo elemental del culto, de la moral y del dogma cristiano se hallará con frecuencia en situaciones incómodas cuando asista a un rito funerario o cuando se enzarce en una polémica moral o legal.
    Bueno es también recordar que la cultura religiosa no es equivalente a la fe como la ignorancia no es incredulidad. Cultura e ignoran­cia son sólo situaciones mentales que pueden ayudar o estorbar a la creencia, pero sin confundirse con ella.