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Actitud, sistema o promoción de una igualdad efectiva y real de todos los miembros de un grupo en cuanto a derechos, deberes, recursos y oportunidades.
Tiene un significado positivo y aceptable, si se trata de defender la equivalencia de todos los hombres en derechos radicales y se pretende rechazar todo privilegio injusto, toda preferencia inmotivada y toda discriminación hiriente.
Y se acerca a una utopía hueca, si exagera las pretensiones igualitarias hasta olvidar diferencias naturales.
Es evidentemente que la inteligencia, la fuerza de voluntad, las condiciones y circunstancias familiares, la cultura en la que se vive, incluso los misteriosos caprichos del azar o de la suerte no son, ni pueden ser iguales para todos.
Incluso en los aspectos religiosos un igualitarismo ingenuo puede ser contraproducente: ignorar que unos son más piadosos o otros más fríos, que unos tienen padres más cristianos que educan desde los primeros años en la fe y otros viven en familias más indiferentes en lo religioso, que unos tienen la suerte de encontrarse con educadores entusiastas y otros carecen de ellos, es vivir de espaldas a la realidad de cada día e ignorar el misterio del hombre que debe asumir su propio momento histórico y vivirlo en sus peculiares coordenadas geográficas.
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