Imaginación
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   Facultad humana de actuar mentalmente con las imágenes recibidas por los sentidos, conservadas neurológicamente y evocadas para actuar con ellas.
    En la mente humana se produce una fluencia de pensamiento sostenido por imágenes sensibles, según el lema de los filósofos y teólogos medievales de signo aristotélico tomista: nada hay en la mente que primero no haya pasado por los sentidos.
    La imaginación es una facultad con doble actuación: la capacidad de recibir muchas imágenes (sensación), vincularlas con otras anteriores (percepción), integrarlas en esquemas ya construidos (asociación) y actuar con ellas.
    Esa actuación se puede hacer en dos sentidos o tareas: conservarlas y evocarlas cuando conviene: es la memoria. Combinarlas para producir otras imágenes nuevas: es la fantasía.
    La memoria realiza cuatro operaciones: graba con facilidad o dificultad, conserva con fugacidad o tenacidad, evoca con prontitud o lentitud, reconoce e identifica con fidelidad o confusión.
    La fantasía, que popularmente es a lo que se denomina "imaginación" produce fantasmas o imágenes mentales. Y las produce por cuatro procedimientos: aumenta, disminuye, suma o suprime los elementos o las formas de la imagen que le evoca la mente.
    Esa compleja labor de la mente se denomina en términos sencillos "pensamiento sensible" o "sentidos interiores".
   Mentes privilegiadas y muy entrenadas pueden actuar ocasionalmente con pensamientos puros, sin soportes sensibles (imágenes): relaciones matemáticas, conceptos físicos o metafísicos, principios o leyes especulativas. Pero lo normal es pensar con imágenes, cuan­do nos evadimos en estado de vigilia (evasiones o distracciones) o cuando combinamos figuras en el sueño (ensueños)
   Esta visión de la fantasía es de suma importancia en la educación, sobre todo de niños y gentes sencillas. Los conceptos religiosos abstractos (trinidad, transubstanciación, encarnación, etc.) se aprenden pero no se comprenden: quedan reducidos a términos vagos. Sin embargo, la figura trinitaria de un Padre, un Hijo, un Espíritu en forma de paloma luminosa, o el emblema de una cáliz y de una forma de pan resplandecientes suscitan una impresión sensorial en la que se prende el mensaje religioso.
    El catequista y el educador de la fe deben mirar la facultad de la fantasía y de la memoria, de la imaginación, como especialmente importante para hacerse comprender lo suficiente por sus educandos. Sólo la experiencia y el trato frecuente con ellos permiten al catequista entender que los "sentidos externos" y  los llamados "sentidos internos" son decisivos para la transmisión de la fe.