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Vicio o pecado de irreverencia o de falta desconsideración para algo o alguien que merece respeto. En sentido bíblico del Antiguo Testamento es lo que se opone al respeto y sumisión a Dios, según queda condenada con frecuencia (Prov. 11.9; Job 8.13; Salm. 36.2)
El término impío se identificó con el arrogante que se opone a Dios: Job. 22.17; Salm. 10.4; Is. 5.12; Mal. 3.13. Es sinónimo de pecador, blasfemo, sacrílego, irreverente. Llamarle a uno impío es de los peores insultos bíblicos que surgen en el texto sagrado.
En el Nuevo Testamento el término evoluciona hacia la idea de rebelde contra el plan de Dios y resistente a la gracia. Las 17 veces que aparece el término "impiedad" (asebeia) se reparten entre 5 en la Epístola de Judas, 4 en las dos Cartas de Pedro y 8 en textos paulinos. En todos ellos se hace referencia a cierta oposición a Dios: "La ley es para los impíos" (1 Tim. 1.9), "Los impíos serán destruidos" (2 Pedr. 2. 6); "Aparecerán hombres malvados llenos de impiedades que dominarán" (Jud. 18).
Sin embargo Cristo "ha muerto por los impíos" (Rom. 5.6) Y por eso hay que renunciar a la "impiedad" (Tit. 2.12) que tanto se opone a Dios.
En el mensaje cristiano, el pecado es sinónimo de debilidad. Pero el pecado de impiedad es equivalente a malicia. Hay que educar para la piedad y sólo así se enseña a odiar la impiedad y la iniquidad.
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