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Cualidad de los seres, de las cosas y de las acciones, de permanecer. Es lo contrario de la trascendencia: cualidad de pasar o cambiar.
En la Filosofía se alude con este termino a la propiedad interior del ser de no cambiar mientras sea lo que es. Por eso el estilo inmanentista, propio de los absolutismos, panteísmos y en parte materialismos, presupone la seguridad de que las cosas son como se dicen y no hay cambio posible.
Sin embargo la experiencia enseña que el ser creado está en continua mutación y que el cambio es ley de vida. Educar para una visión dinámica, no relativista ni subjetivista, de la existencia es básico en el cristianismo. La vida, la felicidad, la gloria, las propiedades, las cualidades en este mundo pasan. Sólo Dios permanece. Llegar a hacer que el educando entienda este principio es disponer su menta para que piense en la eternidad y ayudarle a aceptar el cambio cuando el momento del dolor llegue.
Con todo el catequista debe recordar con realismo que este es fácil de conseguir en la persona de la tercera edad, es costoso en la edad media, y casi imposible en la juventud y en la infancia.
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