JUDAISMO
          [010][888]

 
   
 

    En catequesis interesa el judaísmo en cuanto es la plataforma religiosa en la que surge el cristianismo. Descubrir y conocer datos judaicos sirve para enten­der mejor los Escritos del Nuevo Testa­mento y la Biblia en general.
   También es conveniente diferenciar lo que es judaísmo como religión y lo que es como cultura, aunque ambos conceptos se hallan estrechamente unidos. Incluso, lo que es el judaísmo de las noticias periodísticas que hablan del Estado de Israel establecido en Palestina, la tierra de Jesús, desde el año 1948, puede servir para entender lo que significa el mensaje de Jesús aceptado por los cristianos, sus seguidores y para sorprenderse, porque los judíos todavía siguen esperando la llegada del "Mesías salvador".
   Estrictamente el judaísmo nació en el siglo VII antes de Cristo, cuando el reino de Israel fue destruido por los asirios (722 a C.) y sólo quedó el Reino de Judá. Luego culmimó la destrucción de las tribus con la caída de Jerusalén en 587 ante los babilonios. El Edito de Ciro (538) permitió a los israelitas regresar a Judea y reconstruir el Templo y la Ciudad santa. La tribu de Judá y los restos de Benjamín, los desplazados de Babilonia, se agruparon en el llamado reino de Judá. Surgió el judaísmo como reino teocrático y sus dirigentes se declararon herederos de los Profetas y de la Alian­za de Yaweh. Las otras tribus de Israel no regresaron de "su cautividad". Engrosaron aquella "Diáspora" de oriente que tanta importancia histórica tendría para los judíos, pero que poco reflejada se halla en la Biblia.
  En tiempos de Cristo, en el siglo I a. C. y el I de la era cristiana, fueron más los judíos (los israelitas) dispersos por el mundo que los residente en Palestina, el Reino de Herodes y de sus sucesores. En el Mediterráneo y en Mesopotamia podían contarse hasta cuatro millones de "israelitas". En Galilea y en Judea no llegaban al millón los que poblaban la tierra que recorrió Jesús.
   Después de Cristo, se conocieron dos tremendas destrucciones de los judíos de Palestina. Una fue la de los años 66-70, en que los romanos de Vespasiano y Tito arrasaron Judea y destruyeron el templo que Jesús conoció, ante la rebelión que provocaron los más extremistas del pueblo. Y la otra sucedió en los años 132-135, que terminaron por arruinar el resto del Israel antiguo.


 

Desde entonces, la dispersión de los judíos por todo el mundo, romano primero y de los pueblos cristianos después, se incrementó enormemente. Los judíos fueron perseguidos con frecuencia, desde las grandes matanzas de los persas o de los mahometanos, hasta las enor­mes persecuciones de los tiempos medievales en Europa, de las expulsiones en la España de los Reyes Católicos o de Felipe III o de las matanzas en la Alemania nazi del siglo XX.
  Sin embargo los judíos han sobrevivido, como raza más que como pueblo, en medio de una interminable peregrinación por el mundo. Hay algo misterioso que mantie­ne la iden­tidad de este singular grupo huma­no: un espíritu, un recuerdo, un sentido de solidaridad, una Ley, una esperanza mesiánica. El término "judaísmo" se conserva desde entonces entre connotaciones complejas y en referencias siempre bíblicas y religiosas.
   Judaísmo, cristianismo e islamismo, las tres grandes religiones monoteístas han estado en la historia entremezcladas de alguna forma. Los que interpretan esos vínculos de forma más integrista, las hacen antagónicas y radicalmente adver­sarias. Tratan de justificar las luchas (moros contra cristianos, pérfidos judíos, etc.) Los más ecumenistas las identifican como las tres religiones que adoran al mismo y único Dios supremo, llamado Yaweh, Alá o Padre del Señor Jesús y pronostican que tienen que entenderse, armonizarse, respetarse y amarse.
   Es normal que haya multitud de coincidencias. Desde sus inicios las comunidades judías, en muchas ocasiones como resultado de migraciones voluntarias y de exilios o expulsiones forzadas, han vivido en casi todo el mundo, pero su historia ha discurrido durante dos milenios entre cristianos y mahometanos.

   1. Valores del judaísmo

   Jesús era judío y sus seguidores primeros también lo eran. El cristianismo surgió en Palestina y creció dentro de la comunidad judía durante el siglo I d. C. Siempre tuvieron los cristianos gran veneración por la Historia del Israel bíblico y veneraron sus libros como inspirados por Dios y como testimonios de la salvación que Dios quiso para todos los hombres. Por eso el judaísmo sigue siendo una obligada referencia para los cristianos.
  Los elementos básicos del judaísmo deben ser admirados, respetados y estu­diados por los cristianos y presentados con el debido respeto y amor en una catequesis verdaderamente católica. Entre estos elementos hay que resaltar algunos especiales.

   1.1. Yaweh.

   La idea y el misterio del Dios único es el más admirable. El judaísmo vive de un riguroso monoteísmo, es decir, a la creencia que un solo Dios trascendente creador del Universo.

   1.2. Revelación.

   El Dios que creó el mun­do se reveló a los israelitas. A los Pa­triar­cas primero: Abrahán, Isaac, Jacob y luego en el monte Sinaí a Moisés. Fue incrementando su comunicación a los hombres por medio de los Profetas. Y se fue configurando una "Historia de la salvación", en forma de leyendas al principio y de acontecimientos históricos después, que recogerá la Biblia y se identificará con la historia del pueblo elegido. Ajustar la vida a la revelación ("mitsvot" que dicen los judíos) es esencial para los miembros del pueblo elegido.

   1.3. Alianza.

   Es el otro gran concepto del judaísmo ("berit", llaman ellos). Es el pacto entre Dios y los judíos. Comenzó con Abraham, siguió con el Sinaí, se renovó en cada acontecimiento del pueblo. Supuso la cercanía divina. A veces se manifestó en la misericordia. En ocasiones se mostró en el castigo. Pero nunca el Pueblo elegido fue abandonado a su suerte.
  Toda la humanidad se benefició de la alianza divina, pues el fin de ella era rescatar, restaurar la elección primero, idea básica que pasará al cristianismo. Los judíos tienen cierto sentido de su mediación universal. Israel se halla entre Dios y la humanidad. Los acontecimientos históricos, y los naturales que afectan a Israel, son vistos como procedentes de Dios.

   1.4. La Torá.

   Es el idea fuerza del judaísmo como religión. Es el conjunto de leyes que Dios reveló a Israel y que los creyentes tienen que asumir y cumplir.
   Determinan el modo de vivir (es la Halaká) o camino que se debe seguir en la vida. Muchos judíos los entienden como un sistema o una cultura inte­gral, que abarca la exis­tencia individual y la comunitaria.
   Los fieles a ella viven en la santidad, que es la voluntad divina que une mundo y ley, amor divino y fidelidad de los hombres, santidad y legalidad.

   1.5. La justicia.

   Es el resultado de la fidelidad a la Ley. La historia del pueblo ha sido sufrimiento. Pero es el modo que Dios tiene para mantenerlo unido y consciente de su destino de triunfo final. Por eso tiene tanta importancia en el judaísmo la "esperanza", que los cristianos revestirán de un sentido escatológico, pero los judíos llenarán de contenidos terrenos los triunfos en el mundo.

   1.6. La esperanza mesiánica.

   Esa idea del triunfo mesiánico será la más controvertida entre las diversas corrientes judaicas, desde las integristas y fanáticas hasta las racionales y liberales. Del triunfo en este mundo, expresado en cada triunfo particular, se saltará al gran triunfo final.
  El protagonista será un Me­sías (masiah, ungido con óleo real), un vástago de la casa real de David, que salvará al Pueblo. Para uno, la salvación será material, política, física y real. Para otro tendrá un sentido más espiritual, moral y "religioso".
   El mesianismo ha constituido una base significativa en el pensamiento judío.

   1.7. La Tanak.

   El judaísmo ha estado siempre alentado por animadores: profetas en tiempos antiguos, hasta que se formó la Tanak, (síntesis entre la idea y la palabra de "Torá, Pentateuco, de "Nebi`im", los Profetas, y de "Kethubim", los escritos piadosos).
   Los Libros santos, la Biblia que llamamos los cristianos, son decisivos pues mantie­nen vivo el recuerdo de las misericordias divinas y por eso se leen con veneración, se interpretan con respeto, se transmiten con fidelidad.


 
 
 

 

 

   

   2. Otros elementos

   Durante los tiempos antiguos existieron los sacerdotes, porque se tenía el Templo en el que se ofrecían sacrificios latréuticos, eucarísticos, propiciatorios o expiatorios e impetratorios.
  Pero, desde que el Pueblo camina disperso (diáspora), el templo se sustituye en el culto por la sinagoga y los sacerdotes fueron reemplazados por los Rabinos o Maestros (en arameo y hebreo, "Rabbí", "mi maestro"). Ellos son los mediadores e intérpretes religiosos. Son sabios en las Escrituras y en las tradiciones. Para ellos tiene mucho valor la Torá oral, resumida en "la Misná" (aquello que se "aprende de memoria").
   Constituye el documento más antiguo de la literatura rabínica.
   El estudio rabínico y los comentarios de la Misná en Palestina y en Babilonia generó dos "Talmudes" (en arameo "Guemará"). El Talmud babilónico fue escrito hacia el siglo VI. Siguieron los comentarios o "midrasim" y los escritos o "targumim".

   2.1. Culto judío actual

   El centro de referencia religiosa y del culto es entre los judíos "la sinagoga" o reunión de la comunidad en un lugar. Ella reemplazó desde la destrucción del Templo para los de Palestina el culto del tem­plo destruido en la Guerra del 66-70. Con todo, ya desde la Cautividad de Babilonia, los judíos de la Mesopotamia y Persia practicaron "los encuentros" para orar, para mantener viva la esperanza y para formarse en la Ley.



  

2.1.1. La plegaria

   La base del culto judaico ha sido desde entonces la oración y no ya el sacrificio. To­da la vida es adoración divina. "Tener a Dios siempre delante de mí" (Sal. 16. 8), es el verso  escrito en las sinagogas.
   Por tradición, los judíos rezan tres veces al día: por la mañana ("saharit"), por la tarde ("mishná") y al anochecer ("maarib"). Son los tres momentos del sacrificio anti­guo. Pero es necesaria la oración en común y la lectura de la Palabra divina y su explicación ("minyán") que debe tener al menos un grupo, o varios, de diez hombres.
   Las formas de oración han variado según tiempos y lugares. Pero existe un común denominador interesante: Se practican las llamadas bendiciones ("Tefillá" o rezos; el "Amidá", o rezo de pie; el "Semoné Esré", o dieciocho bendiciones)
   Durante los sábados ("sabbat" significa descanso) y en las festividades, estas peticiones se reemplazan por rezos específicos de cada fiesta. Todos los encuentros de oración concluyen con dos invocaciones mesiánicas: el primero se llama "Alenu"; el segundo es una doxología aramea llamada "Qaddis".
   Los más devotos llevan en los en­cuen­tros religiosos un pequeño manto con flecos, llamado "tallit" y filacterias (tefillín). Y, por respeto a la presencia de Dios en todas partes, se cubren la cabe­za para rezar, ya sea con un som­brero, ya con un casquete ("kippá").
   La meditación y oración están centradas en la Ley. Se ha de leer entera a lo largo del año, durante los sábados. El ciclo anual se inicia cada otoño, con una celebración, la "Sim­hat Torá" (alegría de la Torá) Se cierra con la fiesta del "Sukkot".   Se deben leer también los profetas ("Haftará", como conclusión).

   2.1.2. Tradiciones

  Existen otras muchas, cuyo cumplimiento y defensa depende ya mucho de la piedad de cada adepto.  Las normas sobre los alimentos, para evitar impurezas, fueron muy respetadas en otros tiempos y en mucho siguen vigentes. Sólo se puede comer la carne de los animales puros (Dt. 14. 3-21). Para que sea tal, deben ser sacrificados de forma pura ("kaser", pura). Se debe sacar la sangre y no se puede comer a la vez carne y leche.

   2.1.3. Sabbat y fiestas

   Es día sin trabajo cada siete días. Se reclama la limosna como forma de devolver  los bienes recibidos del dueño del mundo, Dios.
   En el sab­bat, lo único que se hace es rezar, estudiar, reposar y estar en familia. Las otras fiestas son el desarrollo del sabbat. Son cinco principales y dos de menor importancia.
     -  La fiesta de la primavera es la mayor: la "Pésaj" (Pascua), que conmememora la salida de Egipto.
     - Cincuenta días después, el "Sabuot" ('semanas' o Pentecostés).
     - Se celebra luego el "Sukkot" ('tabernáculo'), precedida de diez días de purificación de toda la comunidad.
     - ­Se inicia con la celebración del año nuevo, el "Rosh ha Shaná", y termina con el "Yom Kippur", día de la Expiación. El día de año nuevo se hace sonar un cuerno de carnero (shofar) para invitar al arrepentimiento. El día de la Expiación es el día más sagrado dentro del calen­dario judío. Se reza, se ayuna y se confiesan las culpas. Su liturgia comienza con el canto del "Kol Nidr".
    Fiestas secundarias son el "Hanukká" y los "Purim". La "Hanukká" (dedicación) recuerda el triunfo de los Macabeos sobre Antíoco IV en el 165 a. C. y la consiguiente reconstrucción del segundo templo.
    La fiesta de "Purim" (porciones o suertes) recuerda la salvación de los judíos persas por Ester y por Mardoqueo.
    El año litúrgico termina con cuatro días de ayuno en memoria de la des­trucción de los dos templos, en los años 586 a. C. y 70 d. C. De estos; el más importante es el de "Tishabé Ab". Es el noveno día del mes Ab, día en el que los dos templos fueron destruidos.

   2.1.4. Otras prácticas
 
  Las prácticas judías han sido diversamente observadas.
     -  A los ocho días, los niños varones son circuncidados, signo de Alian­za.
     -  Los niños llegan a la madurez legal a los trece años y entonces se compro­meten a cumplir los mandamientos ("Bar Mitsvá") y por primera vez leen la Torá en la sinagoga.
     -  Las niñas alcanzan la madurez a los doce años y, en las sinagogas más liberales, también leen la Torá.
     -  En el matrimonio ("kiddusín", santifi­cación) se recitan siete bendiciones del matrimonio junto a plegarias por la re­construcción de Jerusalén y por el regreso de los judíos a Sión.
     - En los entierros, la petición por la resurrección del muerto está incluida dentro de una plegaria por la redención de todo el pueblo judío.

   3. Las circunstancias

   En general, los musulmanes fueron generosos en el trato con los judíos, más que los cristianos. El triunfo musulmán en todo Oriente facilitó el judaísmo rabínico. Los califas Abasíes, en Bag­dad, fomentaron las principales academias rabínicas de Babilonia (dirigidas por los "geonim"; plural de gaón, 'excelencia'). Ellos hicieron esfuerzos para unificar las leyes y liturgias judías.
   Ayudó en esa buena relación la filosofía griega, fue lenguaje común entre judíos y mahometanos al principio, y con los cristianos después. Con eso fue posible asumir la racionalidad de su fe y de sus leyes reveladas.

   3.1. Las figuras

   Algunas figuras ayudaron a dar al judaísmo un carácter más liberal e inteli­gente.   Notables fueron en el siglo IX Saadia ben Josef y en el siglo XII Judá HaLevi y Mosés ben Maimón (Maimónides).
    El judaísmo medieval de Occidente se extendió por toda Europa. Pero hubo dos culturas o zonas predominantes: la sefar­díe (centrada en la España medieval: Sefarad es España) y la askenazí (situada en Europa central).
    Las actividades de los sefardíes fueron sobre todo de filosofía y legislación. Los askenazíes se dedicaron al intenso estudio del Talmud babilónico, sobre todo por Salomón ben Isaac (Rashí) de Troyes en el siglo XI.
   El judaísmo se sintió a veces convulsionado y en ocasiones renovado por movimientos místicos, éticos y piadosos. Dentro de estos grupos, el más importante fue el de los "hasidim" (piadosos"), alemanes del siglo XII. Y fueron relativamente influyentes los creadores de "la Cábala", en la España del siglo XIII, con obras como el "Séfer hazohar" (El Libro del Esplendor), escrito por Moisés de León. La Cábala es una actitud esotérica que mezcla gnosticismo y neoplatonismo; describe la divinidad como fuerza del mundo y ofrece interpretación preferente­mente simbólica de la Torá o Ley.
    Comenzó con minorías estudiosas y luego se popularizo. Cuando fueron expulsados los judíos de España en 1492, se divulgó por el Norte de Africa a donde fueron los sobrevivientes. Se intensificó con la influencia de Isaac Luria de Safed.

   3.2. Mesianismo

    Existieron corrientes de mesianismo iluminista, como la representada por  Sabbtai Zeví, que influyó en los judíos del siglo XVII.  Otra interpretación influyente fue la del judío polaco Israel Baal Shem Tov, que resaltó la compasión por los pobres.
    Nuevas corrientes judaicas surgieron en el siglo XIX y primera parte del XX, al extenderse las comunidades judaicas en América del Sur y, sobre todo, en la América del Norte. Nació una corriente entre políti­ca, económica y social que dio origen al judaísmo moderno, que se ha solido denominar como "sionismo". Las depuraciones y atropellos del nazismo alemán, que asesinó a unos tres millones de ju­díos, fomentó al máximo esta corriente y fue una causa decisiva en la creación del moderno Estado de Israel en 1948.
    A finales del siglo XX la población total de judíos en el mundo ascendía a unos 30 millones de miembros, de los cuales casi 7 vivían en América del Norte, 2 en los países Europa Oriental y Rusia, 2 millo­nes en Europa Occidental y unos 3 y medio en el Estado de Israel. Bueno es diferenciar lo que en el judaísmo existe de movimiento político, social y económico y lo que hay de religión y cre­encia.

 

 
 

 

   4. Catolicismo y judaísmo

   En la catequesis, conviene hablar con respeto y ecumenismo del judaísmo como religión. Y es bueno recordar que el pue­blo de los judíos es heredero y sucesos de los recuerdos que aparecen en la Biblia: en el Antiguo Testamento y en el Nuevo. Pero es conveniente saber diferenciar esos planteamientos de cual­quier otra actitud cultural, política, económica o social.
   Entre los judíos hay muchos creyentes y muchos ateos, hay integristas fanáti­cos y hay liberales inteligentes. Al igual que entre los cristianos y los mahometanos, los hay tolerantes y los hay intransi­gen­tes.
   El catequista debe presentar el judaísmo como religión.
   Y en ningún caso se puede conservar cierta "tradicional antipatía religiosa" contra los judíos, como si ellos hubieran sido los responsables de la muerte de Cristo o promotores de diversas persecuciones del cristianismo, como a veces aparece en la literatura, en el arte o en las tradiciones.
   El Concilio Vaticano II (Declaración Nostra Aetate, Nº 4 y 5) marcó las pau­tas para una revisión histórica y para la promoción de una actitud fraterna y ecuménica que se pueden centrar en esta triple dirección:
  - Es repudiable la animadversión religiosa popular contra los judíos, a los cuales se les recrimina ser pueblo deicida por haber crucificado a Jesús. Jesús murió por voluntad propia por los peca­dos del mundo y bajo Poncio Pilatos. No fue crucificado por los judíos y carece de todo sentido hablar de pueblo "deicida" o sospechar que los judíos, por el hecho de serlo representan peligros o fuerzas del mal y, como tales, se hallan entre los adversarios del mensaje de Cristo.
   Se olvidaba en el mundo cristiano de otros tiempos los planteamientos teológi­cos sobre la realidad del pecado y la inexactitud histórica que representaba tal postura antijudía.
     - La muerte de Jesús teológicamente es ajena a una raza o a un pueblo y es responsabilidad de la humanidad entera con sus pecados. El judaísmo, para el cristiano, se presenta como una actitud religiosa y una doctrina digna de todo respeto, en cuanto opción de las perso­nas que, en conciencia, se adhieren a ella. Se contempla en el mundo católico con especial simpatía y solidaridad.
    - Se recuerda, con simpatía y agradecimiento, que el cristianismo surgió en la cuna judaica y sus primeros balbuceos históricos tuvieron lugar en las sinagogas de la Diáspora.

 

 

  

 

   

 

    5. Catequesis y judaísmo

    Por este triple motivo, en la catequesis hay que resaltar el sentido y el valor del judaísmo. Jesús, los Apóstoles, María Stma. Eran judíos de raza y fueron la fuente de la Iglesia cristiana.
    Nada hay en el judaísmo como religión que se oponga al cristianismo, salvo la negativa a asumir que el judío Jesús de Nazareth fue el hombre predilecto en el que se encarnó el Verbo divino. Sin embargo, siempre el judío amo a Dios.
    También es bueno recordar que el establecimiento del Estado de Israel en las antiguas tierras de los judíos palesti­nos no tiene nada que ver con los hechos religiosos, ni con las palabras de Pablo (Rom. 13. 4-5) sobre la conversión judaica al final de los tiempos.
   Es un hecho histórico y político, uno más de los avatares históricos del pue­blo que Dios escogió para el nacimiento de su Hijo encarnado. Como tal hay que pre­sentarlo
.