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Acto verbal, escrito o gestual por el que se invoca el nombre de Dios para refrendar la verdad de una palabra dada o expresada. Se apoya la verdad que se afirma expresa en la verdad divina misma y para ello se invoca el nombre divino: juro por Dios, afirmo ante Dios que me ve, pongo a Dios por testigo...
En cuanto invocación del nombre de Dios y de la verdad, es un acto religioso y por lo tanto es ofensa, indignidad y perjurio blasfemo, el invocar tan sagrado nombre para expresar falsedad.
Por el segundo mandamiento de la Ley de Dios prohíbe el juramento en falso, es decir faltar al respeto al nombre divino. El mismo texto bíblico del Decálogo lo expresa con contundencia: "Al Señor tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás" (Deut. 6. 13).
En sentido positivo, cuando el motivo lo requiere por su importancia, es acto de religión el "jurar por Dios". Es reconocerle como Creador y Señor, como Soberano, como fuente y espejo de la Verdad. En consecuencia, es acto religiosamente meritorio. Más si el nombre de Dios se toma en vano (por rutina, por ligereza), entonces ya no es acto de respeto, sino de irreverencia.
Y sobre todo si es falso el juramento y se pone a Dios, Suprema Verdad, como base de una mentira, entonces la acción es pecaminosa y blasfema.
El Catecismo de la Iglesia católica enseña: "Es perjuro quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene intención de cumplir, o que, después de haber prometido bajo juramento, no mantiene. El perjurio constituye una grave falta de respeto hacia el Señor que es dueño de toda palabra. Comprometerse mediante juramento a hacer una obra mala es contrario a la santidad del Nombre divino" (Nº 2152).
En el Evangelio Jesús da la norma del uso del juramento cuando dice: "Habéis oído que se dijo a los antepasaos: “no perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos”. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno... Sea vuestro lenguaje: sí, sí; no, no: que lo que pasa de aquí viene del Maligno" (Mt. 5. 33-34. 37).
En los usos sociales de tiempos antiguos el juramento se exigía con frecuencia bajo legislaciones coercitiva, por ejemplo en los juicios por delitos, en la toma de posesión de cargos públicos, en los reclamos de autoridades. En la sociedad secular y laicista de los tiempos actuales las formulas que conservan vestigios de esa invocación divina en acciones o compromisos humanos ha caído en desuso o ha perdido su antigua valor religioso.
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