LLagas
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   Heridas que se abren en alguna parte del cuerpo, dolorosas y propensas a la infección.
   En lenguaje cristiano se habla con frecuencia de la devoción a las llagas de Jesús. Se alude a esas divinas llagas de sus manos y pies, pues la tradición y la piedad hablan de los clavos de la crucifi­xión, apoyándose, no en el relato de los evangelistas pues ninguno de los cuatro textos dice cómo fue (Jn. 20.18; Lc. 23. 33; Mc. 15.24; Mt. 27.35), sino en otras referencias que aluden a que fue clavado (lo dice Tomás: Jn. 2.25; lo recoge Lucas en los Hechos: Hech 2.23; y lo su­giere S. Pablo: Col. 2.14).
   Más explícita queda la forma y motivo de la llaga del costado, originada por la lanzada del soldado que atravesó el corazón y certificó así la seguridad de su muerte entonces y de su amor salvador para sus seguidores. (Jn. 20.34)
   La devoción a las cinco llagas de Jesús fue extendiéndose en la Iglesia desde el final de la Edad Media. Determina­dos fenómenos místicos, tuvieron que ver con ellas, como fue la impresión de las llagas en San Francisco de Asís en el monte Alverna, en Septiembre de 1224. El mismo fenómeno se repetirá a lo largo de los siglos en bastantes figuras ecle­siales, a juzgar por diversas hagiografías, sobre todo gestadas en la órbita de la espiritualidad franciscana.