Lágrimas
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     Secreción ocular que permite mantener el ojo con la debida humedad. Pero tienen afluencia especial cuando los sentimientos dolorosos dominan en el ánimo y se produce una hiperfluencia de las mismas, caso frecuente en los niños y más frecuente en la mujer que en el varón por su constitución anatómica. Hay también llanto de alegría, de compasión o de ternura, cuando un sentimiento inten­so agrada­ble lo arranca.
   Las lágrimas han sido miradas siempre como signo del sufrimiento humano y han suscitado las reacciones consiguientes. En la Escritura se habla con frecuencia del llanto y de las lágrimas. En el Nuevo Testamento casi 70 veces se emplean términos como "dacryo" (lagrimear), "klaio" y "klauzmos" (llorar), "stenagmos" (gemir), "odryzmos" (lamentar), que aluden a "sufrir con signos", a tener "llanto".
   Las lágrimas tienen cierto sentido de súplica, de plegaria y de re­clamo a la divinidad. Son un lenguaje expresivo de la naturaleza humana. Se pueden recordar las "lágrimas de Jesús" (Jn. 11.35; Jn. 19.41), las de Pedro arrepentido (Mc. 14.72), las de la pecadora convertida (Lc. 7. 38), las de María, hermana de Lázaro (Jn. 11.31), las de la Magdalena en el sepulcro (Jn. 20. 11), etc. Son tan humanas todas esas lágrimas, que no es extraño que Jesús prorrumpiera en una bienaventuranza expresiva: "Dichosos lo que ahora lloráis, porque algún día reiréis" (Lc. 6.21).