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Apedreamiento hasta la muerte de una persona, condenada judicialmente o no.
En la Biblia aparece como una forma de pena de muerte, reservada para los blasfemos, sacrílegos, adúlteros o asesinos (Lev. 20.27; Deut. 7.2-5; Num. 15.35; Deut 21.21; 1. Rey 21.13). En el Nuevo Testamento a Jesús le quisieron apedrear (Jn. 10.31; Jn 11.8) y Esteban murió apedreado (Hech 7.58). Pablo fue apedreado en una ocasión hasta darle por muerto (Hech. 14.18; 2 Cor. 11. 25). A medida que se romanizó la sociedad, se sustituyó por la crucifixión para los esclavos y por la espada para los romanos.
La cultura mahometana sigue aplicado en la sharia, o ley sagrada, este pena en los países más integristas, aludiendo al deber coránico de castigar a los asesinos y criminales. Interpretando el Corán de una forma rigurosa y material, inadmisible para las culturas modernas, a la mujer adúltera (no al varón) se la emparedaba hasta la muerte. (Azora IV, aleia 19). Otros más liberales interpretaban que se las encerraba en su casa (del marido o de los padres). La Sunna (o tradición) fue la que cambió la pena por la flagelación (100 azotes) y destierro para las solteras y la lapidación para las casadas. El Corán no habla de lapidar.
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