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En los Institutos y Ordenes religiosas sacerdotales, se denomina "lego" (se dice laico etimológicamente) a los que no han recibido el Sacramento del Orden y se dedican a servicios auxiliares.
La falta de estudios y la dedicación humilde del lego en los monasterios desde tiempos antiguos, hizo al término sinónimo de inculto o de rústico. Pero con frecuencia, proporcionaron ejemplos de santidad singular y llenaron hermosas páginas en la Historia de la Iglesia: San Martín de Porres, San Pedro Regalado, entre otros.
En los monasterios y conventos femeninos se aplicó también las costumbres, aunque discriminadora, entre religiosas de coro y las Hermanas legas destinadas a los oficios materiales.
El Concilio Vaticano II anuló en la práctica estas distinciones en su Decreto Perfectae Caritatis (nº 25), reclamando la igualdad de clases, no de actividades, en los Institutos de vida religiosa.
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