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Literalmente, texto que se debe leer y que contiene una información necesaria o conveniente. En tiempos antiguos, se decían leyendas a la lectura de vida de santos o de héroes. Y se escribieron algunas colecciones de hagiografías, como la "Leyenda Aurea" de Jacobo de Vorágine, en el siglo XIII.
Con el tiempo el término leyenda se refirió a textos narrativos en los que hay más de fantasía que de historia. La imaginación y la tradición añaden a un hecho los elementos interesantes que se convierten en textos interesantes, en los que se relata para deleite del lector una hecho real o aparente, pero en donde los pormenores resultan cautivadores.
El contenido legendario de las hagiografías sin duda estuvo inspirado en la multitud de leyendas y mitos que la misma Biblia recoge, género literario al que tan dados son los pueblos orientales. Interesa sacar partido de esas leyendas (creación de Adán, de Eva, diluvio, los gigantes primitivos, la longevidad patriarcal, etc.) y enseñar a interpretar correctamente su significado. Algunas de esas leyendas han dado incluso origen a libros enteros en la Sagrada Escritura (Judit, Ester, Tobías, Job) y precisan una buena catequesis para distinguir el hecho material y el mensaje moral y espiritual que se esconde en cada mito o figura.
Algunos textos legendarios y representativos en la Literatura o en la Historia se presta a interesantes ejercicios de formación espiritual y axiológica, sobre todo en ambientes juveniles. Así acontece con Bécquer en la de "Maese Pérez, organista", con Zorrilla, en "A buen juez mejor testigo" y con el Duque de Rivas, en "La visión de Fray Martín", escritores expertos en "leyendas".
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