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Papa entre el 352 y el 366. Tuvo grandes dificultades con los herejes arrianos y con las intromisiones del Emperador Constancio. Repudió en el 353 un Concilio de Arlés a favor de los arrianos y otro en el 355 en Milán. Sufrió el destierro por su entereza, defendió a S. Atanasio y la doctrina del Concilio de Nicea.
Buscó la paz entre las diversas facciones, por lo que se le acusó de transigencia con diversos Obispos semiarrianos. La crítica posterior negaría tal debilidad ante la herejía y alabaría su flexibilidad con los herejes.
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