Libro
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     Conjunto de hojas de papel o de otro tipo de superficie escrita, cosidas por un extremo y agrupadas en un "volumen".
   Legalmente se define en cada ambiente el número de páginas que precisa para ser considerado como tal y someter­se a la legislación pertinente. Si no cubre los mínimos, recibe otras denominaciones: folleto, opúsculo, prospecto, etc.
   En España se entiende usualmente por libro el conjunto encuadernado de más de 100 páginas (aunque el número es relativo) y legalmente el impreso, que responde a las normas que cada país determina. En España, por ejemplo, se requiere (Ley del libro del 12 de Mayo de 1960) la cantidad de al menos 49 páginas, excluidas las cubiertas), impreso y no manuscrito, y que no sea publicación periódica (diario, semanario, anuario, revista).
   La terminología relacionada con el libro: tomo, obra, ejemplar, volumen, compendio, manual, texto, tratado, etc. o con sus partes: portada, prologo, capítulos, índice, apéndice, etc., indica la abundancia de conceptos relacionados con esta plataforma de cultura que ha resultado básica en la cultura occidental desde los tiempos griegos.
   En cuanto vehículo de cultura, el libro supone estabilidad o permanencia. Fue manual hasta el siglo XV e impreso desde la difusión de la imprenta por Juan Gutenberg en 1455.
   Constituyó en Occidente una fuente básica de información y documentación y las cantidades de libros que se publicaron y se publican en todos los países e idiomas resulta portentosa, contándose por decenas de millones los que anualmente surten el "mercado del libro" y los se almacenan en las grandes bibliotecas del mundo y los que surten de ideas a todos los hogares del universo, a los centros educativos, a la sociedad.
   En ese terreno interminable de títulos, materias y colecciones, hay una sector de libros religiosos que son importante instrumento para el cultivo de la fe y para la formación de la conciencia. El libro religio­so, dada la importancia de la cultura escrita, se extiende también con profu­sión y llega a ser necesario el seleccionar el que es valioso, oportuno y ortodoxo, en la selva de los se publica por intereses comerciales o incluso es heterodoxo. La Iglesia tuvo durante siglos un índice de "libros prohibidos", que señalaba aquellos que, por heréticos o por inmorales" prohibía leer a sus adeptos. Comenzó con Paulo IV en 1557, pues ordenó a la "Congregación del Santo Oficio" el publicarlo. Y se suprimió por decreto fechado el 14 de Junio de 1966 por EL mismo "Santo Oficio", ya convertido en "Congregación Romana para la Doctrina y defensa de la fe". Con todo, los libros "inconvenientes" quedan aludidos en la misma Ley de la Iglesia (C.D.C. cc. 831 y 832) y en el sentido común, que demanda prudencia y motivación responsable al leerlos y sobre todo al propagarlos.
   Ni que decir tiene que el libro de los libros, el libro por excelencia, en el terreno religioso, la Biblia (plural de biblos, libro), es el centro primordial de referen­cia para la fe. Más que un libro es una colección con 45 (o 46, si se separa de Jeremías el de las Lamentaciones) en el Antiguo Testamento y con 27 del Nuevo.
   Pero también son importantes los libros estrictamente eclesiales, que reco­gen y publican decisiones magisteriales universales o locales:
   - El Código de Derecho Canónico es el libro que publica las leyes de la Igle­sia, para todo el mundo; y el Código de Derecho canónico oriental para las iglesias católicas de Oriente.
   - Los libros litúrgicos son especialmen­te importantes: el "misal" para la celebración de la Eucaristía, los "leccionarios" con las lecturas litúrgicas de cada tiempo o fiesta, los "rituales" que recogen los modos de celebrar cada sacramento, los "libros de las horas" o de oficio divino, los "antifonarios" o libros de canto gregoriano o de otro tipo propio de cada rito.
   - Especial referencia merece el libro del catecismo, que se publica y divulga por la autoridad competente y conlleva la autoridad del Obispo o Conferencia episcopal que lo ofrece a los fieles. Es libro oficial en la comunidad en la que se autoriza o se concede. Y el catecismo es universal si procede de la autoridad máxima de la Iglesia, como dos veces ha ocurrido en la historia eclesial: con el Catecismo Romano de S. Pío V, ordenado por el Concilio de Trento; y con el Catecismo de la Igle­sia Católica ordenado por Juan Pablo II en 1992. Los catecismos no son libros piadosos, sino "magisteriales".
   - Los libros especiales, como son los que contienen documentos conciliares, pontificios o episcopales, también resultan importantes para instrucción y formación de los cristianos.
 

 

 

   

 

 

 

  - Además existe inmensa gama de libros que tratan diversos asuntos de índole religiosa o espiritual. Algunos de ellos resultan de importancia para la formación de los cristianos:
   + El libro devocionario o de plegarias.
   + El libro de piedad o espiritualidad.
   + El libro de teología, doctrinal y moral.
   + Las hagiografías o vidas de santos.
   + Los cantorales y antifonarios.
   + Los libros de arte sacro.
   + Los libros de historia religiosa.
   Basta pensar lo que en el orden cultural representaría la desaparición de los libros, diccionarios, enciclopedias, manuales, tratados, textos, colecciones, etc. para darnos también idea de lo que los libros religiosos aportan a la cultura cristiana. Ellos son depósitos de informaciones y plataformas de evangelización. El educador de la fe debe ser consciente de su importancia y ante el inmenso panorama de su abundancia debe ponerse en disposición de elegir los mejores y más oportunos en cada caso, para cada persona y según la peculiar necesidad.
  Tardarán mucho los instrumentos tecnológicos modernos en desplazar y reemplazar su acción benévola en las personas y en la cultura, dado caso que alguna vez lo consigan. Sobre todo en el terreno de formación cristiana y de educación de la fe.