Limosna
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    Ofrenda gratuita que se hace a un necesitado en bienes materiales (dinero, alimentos, vestido) o en otro tipo de servicio humanos: ayudas, consejos, protección, etc.
  Es idea que circula con abundancia por las páginas el Nuevo Testamento, sobre todo en los mensajes y condenas proféticos (Dan. 4.24) y en los Sapienciales (Prov. 3.27; Ec­clo. 4. 1-5). Tal vez el mejor testimonio es el que aparece en el libro de Tobías, que culmi­na en los con­sejos de Tobías, el limosne­ro, a su hijo (Tob. 4.7-12 y 16.2-14)
   En el Nuevo Testamento se emplea el término "compasión", (en griego, "ele­mosyne") o piedad. Hasta 78 veces aparece este concepto atribuido a la pena que suscita el prójimo necesitado y al sentimiento que el hombre bueno tiene cuando ve sufrir a su hermano.
   Por eso la idea de limosna se identifica con la ayuda y la solidaridad: "Cuando hagas limosna, no lo anuncies con trompetas... que tu mano derecho no sepa lo que hace tu izquierda" (Mt. 6.2) y Jesús recomienda: "Vended vuestro bienes y dad limosna." (Lc. 12.33.)
   Sobre este soporte sapiencial y evangélico, los primeros cristianos fueron muy sensibles a la acción limosnera (Hech. 10. 2 y 4; 12.24; 1. Pedr. 4.7; 1. Ti, 6. 17-19; 1. Cor. 16.1-4). Y, desde los tiem­pos patrísticos, la limosna fue el cauce principal para cumplir el mensaje del amor fraterno. En esos textos la limosna se entiende como un deber de las personas y de las comunidades cristianas.
  En los tiempos recientes pocas han cambiado respecto a los antiguos en lo relativo a la necesidad y a la conveniencia ascética de la limosna. En un mundo en el que los pobres físicos, psíquicos y sociales se han multiplicando de forma inmensa, la limosna es, o tiene que ser, un eje básico de la formación cristiana del seguidor de Jesús.
   Pero será bueno insistir en tres rasgos importantes:
   - No hay que identificar limosna con aportación económica. Hay muchos tipos de necesidades: psicológicas, sociales, morales, culturales, espirituales. Se debe enseñar al educando en la fe a superar los resabios pragmatistas de quien tranquiliza su conciencia con la entrega de un poco de dinero a un mendigo.
   - Las limosnas deben ser entendidas en forma individual, pero también de manera solidaria. Dar a grupos necesitados, a comunidades pobres, es muchas veces más eficaz que hacerlo a personas individuales. Una donación a una comunidad carente de mínimos vitales es más necesaria que un don a indigentes que pueden aumentar un vicio con el don.
   - En los tiempos actuales es mejor fomentar la limosna organizada que alentar la limosna ocasional. Estimular la mendicidad descon­trolada con entregas singularizadas por la compasión que suscitan los harapos o las palabras quejicosas puede resultar perjudicial, sobre todo si se hace para tranquilizar la con­ciencia con unas monedas, en lugar de aportar a los organismos orde­nados que garantizan las necesidades de los indigentes y controlan el empleo de las donaciones.
   En todo caso, siempre debe mantenerse como regla de oro la consigna de Tobías a su hijo: "Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da poco. Da limosna de lo que tengas, porque quien da limosna atesora en el cielo y se libra de la muer­te." (Tob. 4.7-11). Y su último mandato también reclamaba la educación en la limosna: "Inculcad a vuestros hijos que practiquen la justicia y den limosna, que se acuerden de Dios y bendigan sinceramente su nombre." (Tob. 14.8)