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Tomarse la justicia por la propia mano y ejecutar a un acusado por decisión popular, sin intervención de tribunales legales. Es un procedimiento pasional, injusto y tumultuario en el que todos toman parte como reacción a un delito hiriente para la sociedad. Es propio de pueblos primitivos y alocados. El nombre parece provenir de un magistrado llamado Lynch que en los Estados sureños de Norteamérica autorizó este procedimiento para abreviar las sanciones racistas contra los negros.
Pero como práctica de "justicia popular", por lo tanto más pasional que legal, es violación de la justicia real, que debe ser serena y reflexiva, aunque en mucho ambientes la legal y oficial es lenta, irritante y a veces se halla manipulada por intereses no precisamente justos.
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