|
El lobo que se conocía en Palestina responde a los tipos comunes en toda Europa, más que a las modalidades de los grandes macizos boscosos de Asia.
Era frecuente en zonas de mucho pastoreo, como los ambientes en que se desarrolló la historia bíblica. Por eso es frecuentemente citado en la Escrituras: Jer. 5.6; Hab. 1.8; Sof. 3.3. Ecl. 13. 17; Gen. 49.27; Is. 11.6; Ez. 22.27.
En el Nuevo Testamento se recoge ese eco y se le presenta como enemigo malvado de las ovejas: Jn. 10.12; Mt. 7.15 y 10.16. Hech. 20.29; Lc. 10.3. Las seis veces que aparece el término lobo ("lykos", en griego) en estos textos está asociado a los adversarios devoradores de quienes defiende la verdad.
Es normal que los comentarios de los primitivos escritores cristianos y los de los tiempos se desahoguen en improperios contra los lobos y sean más benévolos en relación a otros animales carroñeros: zorros, buitres, etc.
|
|
|
|
|