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Herejía nacida probablemente en el contexto arriano y defendida por Macedonio, Patriarca de Constantinopla. Se les llamaba "pneumatómacos" (enemigos del Espíritu Santo). Al menos así lo afirma Dídimo, en "De Trinitate", a fines del siglo IV.
Parece que este obispo de Constantinopla, destituido por el emperador Teodosio el año 336 y que murió el 360, enseñaba la subordinación (subordinacionismo) del Espíritu al Hijo, malinterpretando el texto de Hbr. 1.14 y dándole carácter de criatura, al no reconocer su naturaleza divina.
Su doctrina se extendió y fue combatida por S. Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nisa y S. Hilario de Poitiers y fue condenada en el Concilio de Constantinopla el año 381.
En este Concilio, el segundo ecuménico, se añadió la afirmación de la identidad divina de la Tercera Persona de la Stma. Trinidad en el acta del Concilio de Nicea: "Creo en el Espíritu Santo, señor y vivificador, que del Padre procede y que con el Padre y el Hijo recibe igual adoración y gloria y que habló por los profetas". Es el símbolo que se recita todavía en nuestros días en la Misa.
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