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Mujer que se dedica por dinero o beneficios al ejercicio de la prostitución o comercio carnal. Es sinónimo de términos como ramera, prostituta, furcia, puta. Dada la índole singular de la sexualidad humana y la dignidad que ella representa para la sociedad, para la persona y para la vida, tal situación es triste.
En ninguna forma puede entenderse como un oficio, propio de "asistentas sexuales", benévolo y comprensible, como si de otras asistencias se tratara. Ni se puede ni se debe normalizar lo que no es más que una explotación inicua de la mujer por parte del varón.
En educación, sobre todo de signo cristiano, es importante barrer toda interpretación jocosa, lúdica, burlona, grosera o morbosa ante el ejercicio del meretricio. Y es necesario desenmascarar en el momento oportuno de la evolución de la persona, la tremenda explotación y esclavitud en que vive la casi totalidad de las personas que caen en las redes de los proxenetas o explotadores de mujeres indefensas, debilitadas o canallescamente degradadas por las redes que manipulan el comercio del sexo.
Al igual que la esclavitud de seres humanos, la explotación laboral o militar de menores, el tráfico de drogas o el comercio de órganos mediante asesinato de seres sanos, la prostitución es uno de los crímenes que "claman venganza al cielo". Educar sobre él es una obligación del catequista, teniendo en cuenta que es crimen extendido en el tiempo y a lo largo del mundo y que en muchos países se legaliza con normas inmorales o se tolera con deterioro incomprensible de las personas explotadas.
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