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Se alude con el nombre a las explotaciones subterráneas de minerales y productos mercantiles. Pero también se llaman "minas" a los explosivos camuflados y peligrosos que se usan en multitud de países como medios de defensa o de daños diversos contra vehículos (anticarro) o contra los habitantes o los soldados (antipersona)
Por la facilidad de producción y la abundante adquisición se han convertido en un negocio inmoral y muy lesivo para los habitantes de zonas en conflicto por poderse sembrar campos, caminos, ciudades, bosques. Al ser armas mortíferas y propensas al uso indiscriminado, de efectos incluso posteriores a las acciones bélicas, son radicalmente inmorales y rechazables aunque, por su rentabilidad económica, haya tantos países aparentemente dignos y respetuosos con las leyes internacionales y los derechos humanos que obtienen pingües ganancias a costa de la mutilación o muerte de millones de personas indefensas y no beligerantes.
Una acción necesaria en la formación de los cristianos es la educación de los criterios éticos en este tipo de armamentos que, al igual que los gases venenosos, las radiaciones masivas, o las armas bacteriológicas, son más nocivos que los mismos bombardeos convencionales.
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