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Nombre histórico del Salmo 50, atribuido a David después de su pecado con Betsabé, la mujer de Urías el hitita (2 Sam. 12. 13). La Iglesia desde antiguo lo tomó como canto de arrepentimiento y de humildad al reconocerse pecador el hombre que lo recita.
Dio motivo para piezas musicales y literarias excelentes, al margen que es uno de los salmos más patéticos, literariamente hermosos y teológicamente profundos del Salterio.
Una catequesis hermosa sobre la penitencia es el comentario de este salmo, después de haber relatado o recordado el hecho bíblico del pecado de David.
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