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Literalmente significa tener "corazón ante la "miseria" ajena física, psíquica o moral y espiritual. La misericordia como atributo divino es unos de los rasgos más reclamados por los autores sagrados, siguiendo el mensaje evangélico y de manera particular la doctrina paulina de la compasión divina.
El estudio más sistemático y justificado de este atributo se halla en la Suma Teológica de Santo Tomás (I. I. q. 21, a. 3), que lo considera primordial.
Es el que más aparece ante la mente de los hombres y el que más hace entender lo que es la divinidad: Bondad infinita, benevolencia, benignidad, compasión, providencia. San Agustín recordaba que, "cuanta mayor es la miseria de los hombres mayor es la misericordia de Dios" (Confes. 3. 7)"
Como cualidad humana el concepto de misericordia es sinónimo de pena, pesar, sufrimiento, compasión, lástima, clemencia, piedad, ante los males de otros.
Cuando el hombre es compasivo, se asemeja más a Dios compasivo. La misericordia auténtica no se queda en las dimensiones afectivas, que surgen en la persona del bondadoso, sino que relama acciones concretas de alivio y auxilio para ayudar a la persona del compadecido o del necesitado.
Hasta 80 veces aparece la palabra compadecer, compasión, misericordia, piedad, en la forma griega del verbo "eleeo" o en el sustantivo "eleemosyne" que son equivalentes.
Jesús se atribuye a sí mismo la misericordia (Mt. 5.19 ) Y recomienda la misericordia con todos (Mt. 9.13; Mt. 23.23; Lc. 11.41). En las bienaventuranzas no olvida la alabanza al respecto: "Bienaventurados los misericordiosos, por que ellos alcanzarán la misericordia". (Mt. 5.7)
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