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Enterramientos dispuestos en forma de edificaciones funerarias, que conservan el recuerdo y los restos de las personas difuntas. Esa costumbre habitual en los pueblos de Occidente,y que denominamos cementerios, ha generado un arte funerario y una arquitectura especial.
Al multiplicarse los espacios dedicados a los túmulos, nichos, tumbas, sepulcros y osarios, junto a otros edificios complementarios: capillas funerarias, monumentos o instalaciones administrativas, se puede dar la impresión de una "ciudad de los muertos" (necrospolis), con calles, plazas y nomenclaturas rememorativas de las personas que yacen en sus construcciones o en el subsuelo.
En las zonas de Oriente, donde se practicó desde antiguo la incineración en piras funerarias, y no el enterramiento o inhumación, las necrópolis apenas si existieron.
El respeto a los difuntos supone un sentimiento relacionado con lo religioso. Pero no quiere decir que ese respeto sea estrictamente espiritual o trascendente. Lo que es religioso es el culto que se tributa a Dios o a los santos, ofreciendo sufragios y plegarias por ellos. Por eso es impropio hablar de culto en el lenguaje cristiano, aun cuando en muchos pueblos antiguos o modernos sí se hace al difunto objeto directo de él y se le atribuye singulares poderes espirituales.
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