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Se denomina así al recuerdo de los últimos acontecimientos del mundo y del hombre en el mundo. Esos "últimos" o "muy nuevos" hechos personales y que la piedad popular condensó en los cuatro hechos de muerte, juicio, infierno o gloria son analizados teológicamente por la Escatología.
Son hechos humanos y tienen una dimensión antropológica. Pero hay en ellos una intervención divina y por eso se hallan bajo una iluminación de la Palabra divina y del Magisterio eclesial. Debe ser objeto de estudio a la luz de la revelación. El encerrar su recuerdo en cuatro palabras no excluye otras consideraciones:
- La realidad del fin del mundo y sus circunstancias de tiempo y forma.
- La doctrina sobre la resurrección de los hombres, con sus cuerpos y almas, a ejemplo de la resurrección de Jesús.
- La parusía, o venida de Cristo glorioso "para juzgar a vivos y muertos".
- El hecho de la purificación, o estado y tiempo previos a la glorificación, que la tradición denomina "purgatorio", para quien ha muerto sin estar plenamente purificado de sus faltas en este mundo.
- La distinción que la piedad popular hace entre el juicio individual inmediato para hombre al morir y los rasgos de un "juicio universal" como acto previo al comienzo definitivo de la "vida eterna".
La meditación sobre estos hechos, sobre los novísimos, ha llenado páginas enteras en los libros de ascética, ha hecho pensar a muchos hombres en lo importante que es prepararse para el final de la vida. Ha suscitado multitud de fantasías en los creyentes, que con frecuencia chocan con el misterio de lo incomprensible y con la sorpresa de lo trascendente, como se refleja en el arte, en la literatura, en las tradiciones.
La teología escatológica debe aclarar lo que es doctrina y lo que es fantasía en todo aquello que se piensa o que se dice en relación al más allá.
Suelen ser temas que suscitan interés en los catequizandos. Son, o serán, realidades individuales y sociales discutibles y oscuras, pero algo dice a cada conciencia que, después de la muerte, hay misterios que conviene aclarar en lo posible. Ciertamente es frecuente desviarse hacia explicaciones antropomórficas fáciles, sin caer en la cuenta de que las figuras y fantasías escapan a las categorías mentales de espacio, tiempo, montaje espectacular, acción judicial terrena, trompetería angélica o luminosidad etérea al estilo de la Capilla Sixtina del genial artista Miguel Angel.
Pero la superación de estas interesantes tramoyas no deben hacer olvidar la realidad del más allá y la necesidad creyente de aceptar el misterio de la otra vida.
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